En la Edad Media y hasta el siglo XIV la camisa fue una prenda interior de color blanco cuya función consiste en proteger la piel de otros tejidos exteriores más ásperos.
Las camisas del siglo XVI, destacadas por los escotes cuadrados, muy abiertos o por el bajo de las mangas de la ropa, estaban confeccionadas con tejidos más finos (en particular, seda), decoradas con bordados (encaje, jabots a la altura del cuello y de los puños), cordón para apretar y atar el cuello), a veces son plisados y se cierran con botones.
En el siglo XVI se incorporará escotes cuadrados:[6] Durante y después de la Revolución francesa, hacia fines del siglo XVIII, se produjo un cambio importante en la ropa masculina.
[6] A medida que las prendas militares fueron acortándose hasta terminar en la actual chaqueta o americana y chaleco la camisa fue quedando al descubierto, con lo cual comenzó a existir la necesidad de rematarla en puños y cuellos con entidad.
La camisa blanca, para muchas personas, era símbolo de aristocracia, porque eran los que solían mantenerlas limpias.
A principios del siglo XXI, una camisa blanca sigue manteniendo para muchos un carácter de distinción; pero también es porque el blanco es un color neutro[7] muy fácil de combinar con los distintos colores que puede aportar los trajes y sobre todos las corbatas.
[8][9][10] En el año 2013, ya en el siglo XXI, se produjo el Colapso del edificio en Savar donde estaban instaladas numerosas fábricas de ropa que suministraban productos a numerosas empresas comerciales de todo el mundo.
Así, existen: Una camisa se caracteriza ante todo por la tela con que está confeccionada.
Las mangas de las camisas son la porción que cubre en su totalidad o en parte los hombros y el brazo.