Subió al estrado y declaró en un discurso considerado crucial, la denominada filípica yidishh, que todos los trabajadores que confeccionaban camisas debían ir e irían a la huelga.[2] Las mujeres jóvenes huelguistas obligaron al liderazgo predominantemente masculino en los "oficios de la aguja " y a la American Federation of Labor (Federación Estadounidense del Trabajo) a revisar sus prejuicios arraigados contra la organización de las mujeres.[2] El sistema de subcontratación interna ocupaba a mujeres en un 50% al 60% en puestos de trabajo no cualificados y mal pagados -3 o 4 dólares semanales en la temporada alta frente a los operadores masculinos que ganaban entre siete y doce dólares por semana.Aunque la Unión Internacional de Trabajadores de la Confección no discriminaba oficialmente a las mujeres, la realidad era que el liderazgo sindical patriarcal y conservador consideraba a la mujer en una situación efímera de la fuerza de trabajo, ya que sus objetivos estaban en el trabajo reproductivo -matrimonio y maternidad-, una opinión compartida por líderes como Samuel Gompers y otros miembros del AFL.Aunque impulsada por diferentes incidentes, los trabajadores compartían un conjunto de agravios subyacentes sobre salarios, jornada laboral, seguridad en el trabajo, y otras indignidades sufridas específicamente por las mujeres (falta de igualdad salarial, discriminación, acoso sexual y acoso laboral y en general violencia de género).En la corte suprema, las huelguistas se enfrentaron a magistrados hostiles que reprochaban a las mujeres jóvenes su mal comportamiento (uno dijo a una mujer "Usted está en huelga contra Dios y la naturaleza"), los sindicalistas y huelguistas fueron multados, y, en algunos casos, condenados por distintos delitos.El WTULF resultó ser un valioso aliado; apoyaron los piquetes y recaudaron fondos.[2] La mañana del 24 de noviembre unos quince mil trabajadores que confeccionaban camisas salieron a las calles.Sin embargo, las huelguistas (representadas en la mesa de negociaciones por el líder del Partido Socialista Morris Hillquit y John Mitchell de los Trabajadores Mineros Unidos) no pudieron aguantar.Los trabajadores textiles, sobre todo mujeres y niñas, que confeccionaban camisas y otras prendas eran casi en su totalidad inmigrantes de Europa, de origen judío en muchos casos.[5] Trabajaban para varias compañías -pequeñas y grandes- que formaban un gran conglomerado.Además, Clara Lemlich se convirtió en una estrella mediática ya que en tres novelas publicadas poco después de la huelga apareció su nombre como gran protagonista.[6] Aunque no fue una victoria completa, el levantamiento de las bluseras logró avances concretos significativos.