Batalla del Cabo de San Vicente (1780)

En la batalla, que duró desde media tarde hasta pasada la medianoche, los británicos capturaron a cuatro barcos españoles, incluyendo el buque insignia de Lángara.

Los oficiales españoles fueron liberados bajo palabra; Lángara fue promocionado a teniente general por el rey Carlos III.

A finales de 1779, sin embargo, las reservas en Gibraltar se estaban agotando severamente por lo que su comandante, General George A. Eliott, hizo un llamamiento a Londres para intentar aliviar el cerco.

Desde Brest, como puerto situado a la entrada del Canal, era muy fácil espiar y saber el momento de salida.

Anticiparse, esperar y atacar en unos parajes tan estrechos que la escuadra inglesa no podría evitar el combate o impedir que las combinadas se apoderasen de todo o la mayor parte del convoy del socorro.

Tras ser apresada es renombrada HMS Prince William, en honor de Príncipe Guillermo, tercer hijo del rey, que servía como guardiamarina en la flota.

[i] El distinto grado de compromiso que imprimieron las partes española y francesa al “pacto de familia” se pone en evidencia cuando se comprueba como en su ejecución primaron los intereses particulares.

Rodney sabedor de que una escuadra española de 14 navíos cruzaba el cabo en espera del convoy había dado con antelación las instrucciones pertinentes a sus comandantes para estar preparados para el combate[i].

De todos ellos, los navíos San Genaro, San Justo, así como las fragatas Santa Bárbara y Santa Gertrudis se habían separado del grueso de la escuadra a consecuencia del temporal sufrido días antes por lo que no tomaron parte en la acción.

Como a las dos de la tarde avisaron del mismo tope que las velas descubiertas eran 24 grandes y 60 pequeñas.

Se formó la línea con los navíos Real Fénix, San Agustín, San Eugenio, Santo Domingo, San Lorenzo, Princesa, Diligente, Monarca y San Julián, colocándose a sotavento las dos fragatas Santa Rosalía y Santa Cecilia y cuatro embarcaciones detenidas, y sobre las gavias aguardaron para reconocer la naturaleza de los buques extranjeros que, como los nuestros iban al SE para proceder con conocimiento que actitud se debía tomar.

Comprobó el comandante español que la escuadra enemiga se iba abriendo en dos divisiones, de que una ocupaba la banda del N y otra hacía por la escuadra, con ánimo, al parecer, de doblar nuestra línea, entablar combate, y cortar nuestra retirada.

Habiendo emprendido la caza sin sujeción a orden y como más podían, la vanguardia – Edgar, Resolution, Defense y Beldford- alcanzó al Santo Domingo (74) al mando del capitán D. Ignacio Mendizabal[i], que estaba a la retaguardia y algo retrasado al faltarle la verga mayor desde que la perdiera en el vendaval del día 13.

Como a las siete de la tarde, en que se había arrimado otro navío enemigo por la popa, Lángara recibió una fuerte contusión de metralla en el muslo derecho; pero determinado a mantenerse al mando permaneció en el alcázar hasta que al poco rato fue herido nuevamente en la cabeza y perdido el sentido con lo que lo condujeron a la enfermería.

A esta hora en que cesó por todos lados el fuego vencedores y vencidos se ocuparon en reparar las averías y en luchar contra el temporal, que a todos arrollaba sobre los bajos del saco de Cádiz.

Rodney entró en Gibraltar el 18 de enero, avitualló la plaza y reforzó la guarnición, aprovechando aquella ventaja para enviar víveres a Menorca, escoltados por los navíos Malborough e Invincible, a la par que reparo sus navíos y habilito los cuatro españoles capturados además de aprovechar los mercantes que le acompañaban para evacuar buena parte de la población civil de la Roca, cuya presencia suponía un inconveniente a los defensores.

/ Mas yo con mis desvaríos, / andando en el mar ligero, / castigué al inglés severo, / pues no hizo más el pobrete / que llevarse seis ó siete / y hacerme a mí prisionero.

/ Por perder siete navíos, / á uno hicieron General; / al que pierda veinticinco, / pregunto yo, ¿qué le harán?» Los británicos evaluaron sus bajas en 32 muertos y 102 heridos.

Rodney, tras una escala en Tánger, llegó varios días más tarde, desembarcando a los prisioneros heridos, entre los que se encontraba el propio Almirante Lángara.

Tras la escala en Gibraltar se continúa el viaje para reabastecer a la guarnición de Menorca.

Finalmente, en febrero, Rodney puso rumbo a las Antillas, aunque segregando parte de su flota original para destinarla al servicio del Canal.

El almirante Lángara y otros oficiales españoles fueron puestos finalmente en libertad condicional.

Lángara recibió un ascenso a teniente general y continuó su distinguida carrera, convirtiéndose en Ministro español de Marina en las Guerras revolucionarias francesas.

[iv] Este buque naufrago más adelante por faltarle todas las amarras y no haber permitido el recio temporal que fuese auxiliado como la situación requería.

El San Julián vuelve a Cádiz después de ser capturado por los ingleses y posteriormente por los prisioneros españoles.