Hespérides

Apolonio de Rodas, por su parte, situaba el jardín cerca del lago Tritón, en Libia.

«Como las propias Hespérides son meros símbolos de los dones que encarnan las manzanas, no pueden ser actores en los dramas humanos.

Sus nombres abstractos e intercambiables son un síntoma de su impersonalidad», señaló Evelyn Harrison.

Además de cuidar del jardín, se decía que obtenían gran placer al cantar.

Ya que al atardecer le sigue a la noche, se las imaginó como hijas vespertinas de Nicte,[2]​ de la misma forma que, Eos en el más lejano este, la Cólquida, era la hija del titán solar Hiperión.

La otra versión las asocia con Atlante, padre de las ninfas astrales, o con el propio Héspero (siendo entonces "Hespéride" un patronímico).

Como no confiaba en ellas, Hera también dejó en el jardín un dragón de cien cabezas llamado Ladón como custodio añadido.

[21]​ Heracles capturó primero al anciano del mar (halios geron),[22]​ el dios marino que cambiaba de forma, para saber dónde estaba ubicado dicho jardín.

[25]​ Shakespeare insertó la rima cómicamente insistente «is not Love a Hercules, Still climbing trees in the Hesperides» (‘Acaso no es el Amor un Hércules, Siempre subiendo a los árboles de las Hespérides’) en Trabajos de amor perdidos[26]​ y John Milton mencionó a las «señoras del Hespérides» en El paraíso recobrado,[27]​ así como también en El paraíso perdido.

El jardín de las Hespérides de Frederic Leighton (1892).
Dragón y puerta del Jardín de las Hespérides en los Pabellones Güell, de Antoni Gaudí (1884-1887).
Heracles robando las manzanas del Jardín de las Hespérides. Detalle del mosaico de los trabajos de Hércules de Liria ( Valencia ), en el M.A.N.