El núcleo poblacional se encuentra a una altitud de 729 metros sobre el nivel del mar.Este poblado pudo estar habitado desde el siglo VII a. C. hasta el I d. C., no existiendo señales de destrucción violenta, por lo que se ha deducido que pudo tener lugar una posible emigración a otro emplazamiento.Tampoco quedan vestigios de la dominación visigoda, pero se sabe que hacia el año 449 ya existía una sede episcopal en la no muy lejana Tarazona.En 1119, Alfonso I el Batallador restauró la sede episcopal al reconquistar Tarazona, recuperando la ciudad de Calatayud y su comunidad un año después.Existe un documento con sello y fecha de 1262 que relata la visita a Aniñón del monarca Jaime I, y en la que le concede derechos sobre tierras de realengo.Durante siglos, el río Ribota sirvió de frontera entre Aragón y Castilla, por lo que en los frecuentes enfrentamientos entre ambos reinos, Aniñón se vio muy involucrada.En el fogaje de 1495 —censo ordenado por Fernando el Católico—, Aniñón figura con 153 «fuegos» u hogares,[6] lo que equivale a unos 750 habitantes.[7] Desde 1900, cuando el municipio contaba con 1861 habitantes, su población se mantuvo más o menos constante hasta 1950.La cereza es el cultivo típico y la principal fuente de ingresos agrícolas en Aniñón.La variedad más importante era la del Monzón, que se dedica a la industria conservera, aunque cada vez hay más variedades dedicadas al mercado como la Burlat, de la Vin, Moyares, Castañeras y Picotas.Casi todo el edificio corresponde a la profunda reforma acometida en el siglo XVI, con una gran nave cubierta con bóveda de crucería estrellada.Además, en el camino al cementerio se encuentra el humilladero de Santa Lucía.