Posteriormente los escritores, especialmente los filosóficos, se esforzaron en definir los vientos con mayor precisión, según sus lugares en la brújula.Estos dioses tenían nombres diferentes, pero por lo demás eran muy similares a sus equivalentes griegos, tomando prestados sus atributos y siendo frecuentemente mezclados con ellos.[5] Cuando la pira funeraria de Patroclo no pudo ser prendida, Aquiles prometió hacer sacrificios a los vientos y así Iris se apresuró a buscarlos, hallándolos dándose un festín en el palacio de Céfiro en Tracia.[7] Su equivalente en la mitología romana era Austro, la personificación del siroco, que traía densas nubes y niebla o humedad.Estos eran los vientos que Eolo guardaba en sus establos: los otros cuatro Anemoi «celestiales» no permanecían encerrados.Sin embargo, escritores posteriores confundieron y mezclaron ambos grupos, olvidándose la distinción durante mucho tiempo.Por ser un viento frío y seco, se le asocia directamente con el inicio del invierno.Iconográficamente se le representa como un hombre alado, viejo y barbudo, con el cabello desordenado, completamente vestido en túnica, y calzando coturnos, llevando entre sus brazos una vasija de bronce de la cual esparce ardientes cenizas.Se representa como un hombre alado, muy joven, sin barba, vestido con túnica y descalzo, sosteniendo entre sus manos el timón de una nave.Un Tritón móvil en el centro de la cúpula señalaba con su vara al viento que soplaba en cada momento.Todas estas ocho figuras tenían alas en los hombros, iban vestidas e indicaban las peculiaridades de los vientos en sus cuerpos y en diversos atributos.
Céfiro, fresco romano antiguo (54-68 d. C.), Pompeya, Italia
Rosa de los vientos tal como era conocida para los griegos. El esquema es un resumen de las fuentes griegas recopilado por
Adamantios Korais
hacia 1796