En Buño, parroquia de Malpica encomendada a Santo Estevo, se ha documentado actividad alfarera desde el siglo XVI.
El trabajo consistía en realizar un pozo vertical para buscar la veta deseada, la cual se seguía horizontalmente hasta agotarla u obtener la cantidad necesaria.
[2] En Buño llamado roda (por "rueda" de alfarero), que componen: El instrumental artesano auxiliar es modesto: una caña para modelar y un hilo (para separar la pieza del platillo, tras el modelado).
La operación denominada enforar o colocación de los cacharros sobre la parrilla, se realiza dentro del horno por varios hombres, encajando las piezas de mayor a menor y formando círculos en cuy centro se pondrán las vasijas vidriadas.
Calentar el horno costará unas seis horas de constante alimentación, alcanzándose una temperatura entre los 800 y los 1000 °C.
La tensión y responsabilidad despertadas por este proceso, decisivo según sea su desenlace, hace que algunos oleiros ayunen esa jornada y, en general, las familias eleven jaculatorias del tipo: «Santa Filomena queira que faga ben cousas» o «Santo Estevo queira que as poña boas».
Los motivos decorativos tradicionales eran originalmente sencillos: líneas incisas con un extremo de la caña y ondas muy juntas llamadas picadillo.
Más modernas son las listas o cintas trazadas con un barro de distinto color, que luego han ido evolucionando hasta convertirse en flores, gallos, peces, cuernos de cabra, etc.
Otros focos alfareros en el entorno geográfico de Buño, aunque menos importantes, hubo en Leiloyo (citado por Labrada en 1804), o más al sur, ya dentro del partido de Negreira (citado por Madoz, en Santa María de Alón, o en Santa Cristina do Barro, junto a Noya.