[2][3] Si bien el acoso ha evolucionado de forma independiente en muchas especies, solamente tiende a estar presente en aquellas cuyas crías son presa frecuente.
[2] Este comportamiento puede complementar adaptaciones crípticas en los propios descendientes, como el camuflaje y la ocultación.
Las llamadas de acoso pueden usarse para convocar a individuos cercanos para que cooperen en el ataque.
Konrad Lorenz, en su libro Sobre la agresión (1966), atribuyó el acoso entre pájaros y animales a instintos arraigados en la lucha darwiniana por sobrevivir.
En su opinión, los humanos están sujetos a impulsos innatos similares, pero capaces de ponerlos bajo control racional (véase acoso laboral).
[4] Las aves que se reproducen en colonias, como las gaviotas, suelen atacar a los intrusos, incluidos los humanos invasores.
El comportamiento incluye volar sobre el intruso, bombardear en picado, graznar fuerte y defecar sobre el depredador.
La gaviota reidora es una especie que ataca agresivamente a los depredadores intrusos, como los cuervos carroñeros.
Las aves en riesgo de acoso, como los búhos, tienen un plumaje críptico y dormideros ocultos que reducen este peligro.
De manera similar, se sabe que las ballenas jorobadas atacan a las orcas cuando estas últimas atacan a otras especies, incluidas otras especies de cetáceos, focas, leones marinos y peces.
En esta especie, la llamada de acoso es suavemente ascendente y se hace cuando desciende en picado en un arco al lado del depredador.
Al cooperar para ahuyentar con éxito a los depredadores, todos los individuos involucrados aumentan sus posibilidades de supervivencia y reproducción.
Aquí la idea es que un pájaro acoso, aparentemente poniéndose en riesgo, muestre su estado y salud para ser preferido por las parejas sexuales potenciales.