Íñigo López de Mendoza y Figueroa

Como buen Mendoza, compaginó desde muy joven las armas con la política y las bellas artes.

Frecuentó la corte de Enrique IV y fue nombrado embajador en el Concilio de Mantua, convocado por el papa Pío II.

A su vuelta, el rey agradeció sus servicios nombrándole conde de Tendilla en 1468.

Cuando los Mendoza, dirigidos por su hermano el Cardenal Mendoza, se pasaron al bando de Isabel en 1473, actuó de acuerdo con el clan familiar pese a sus antiguos vínculos con doña Juana.

Falleció en Guadalajara y fue llevado a enterrar con gran solemnidad al monasterio de Santa Ana de Tendilla en un magnífico mausoleo de estilo renacentista, compartido con su esposa y sufragado en gran parte por su hijo don Diego.