Ángel Laborde

Cuando se tuvo que efectuar el reembarque, lo realizó a las órdenes del general Ignacio María de Álava.

Inmediatamente después regresó la escuadra al arsenal de Ferrol para realizar una misión igual a la anterior, pero esta vez con las tropas del general O’Farril y con destino a Rochefort, entablando combate en este puerto contra una escuadra británica superior en buques, pero que fue rechazada por la de Melgarejo.

En su nuevo destino, tenía la misión de defender la costa y apoyar con sus fuegos a las fuerzas del ejército que combatía en tierra.

Al llegar la noticia de que una división grancolombiana de nueve buques, al mando del comodoro John Danells, estaba bloqueando Puerto Cabello y no cayendo en la cuenta de que eran muy superiores sus buques, se dirigió hacia el enemigo y le acometió con tanta fuerza que apresó a las corbetas María Francisca y la Zafiro (este último, buque insignia del comodoro).

El ataque estaba preparado en combinación con las fuerzas de tierra al mando del mariscal Francisco Tomás Morales, que no pudo llegar a tiempo.

Fue ascendido a brigadier, confirmándosele en el puesto y siendo reforzadas las fuerzas navales del apostadero habanero.

Tuvo que efectuar una salida, obligado por el aumento de los corsarios en la zona, con las fragatas Lealtad, Iberia, Sabina, Perla, Castilla y la goleta Habanera, con las que entabló diversos combates contra diferentes buques de otros tantos nuevos países.

Se le envió desde España al navío de línea Guerrero, con lo que las fuerzas quedaron muy reforzadas.

En septiembre de 1826, realizó otra salida, arbolando su insignia en el navío Guerrero, al que acompañaban cinco fragatas y una goleta.

Prosiguió realizando cruceros por las aguas de Tierra Firme y por las islas, llegando a provocar una gran alarma la presencia naval española.

Laborde siguió su plan, costeando hasta la punta de Jerez, donde se efectuó el desembarco de todas las fuerzas, y otra vez costeando, para proteger con sus buques el avance terrestre hasta Veracruz.

Se ocuparon las dos orillas del río Tampico, así como la subida a Tamaulipas, lugar donde el brigadier Barradas estableció su cuartel general.

Laborde se tuvo que desplazar con su escuadra hasta Nueva Orleáns, adonde había ido a parar el transporte perdido en el huracán, pero al que las autoridades norteamericanas ponían muchas pegas para permitirle su salida.

Se mantuvo en crucero durante 80 días, que los aprovechó para rectificar la situación del bajo de los Alacranes.

Los buques de guerra seguían siendo un modelo, apreciándose su esfuerzo, por realizarse en una época en que las circunstancias en la Península no permitían precisamente un cuidado especial hacia la Armada.