[cita requerida] En 1765 se convirtió en pastor en Joditz; en 1776 consiguió un puesto mejor en Schwarzenbach an der Saale.
Jean Paul le había enviado el manuscrito al escritor Karl Philipp Moritz, quien se mostró entusiasmado: «¡Pero si esto está por encima de Goethe, es algo totalmente nuevo!», se dice que exclamó, y gracias a su mediación el libro halló rápidamente una editorial en Berlín.
Es en Die unsichtbare Loge donde Jean Paul utiliza por vez primera este nombre, motivado por su admiración por Jean-Jacques Rousseau.
Como era de esperar, Goethe y Schiller no le hallaron gusto a la novela.
Dos años después el mismo Jean Paul se convertiría en un Weimaraner; mientras tanto, produjo una imponente cantidad de obras literarias: Vida del risueño maestrillo Maria Wuz de Auenthal (1790), Siebenkäs (1796–1797), Das Leben des Quintus Fixlein (1796), Der Jubelsenior (1797) y Das Kampaner Tal (1797).
Sus posturas políticas (como por ejemplo en el Morgenblatt de Johann Friedrich Cotta) hallaron resonancia particularmente entre los estudiantes que se identificaban con las ideas patrióticas.
Durante una visita en Heidelberg (1817) y en Stuttgart (1819) fue ensalzado como el «poeta preferido de los alemanes».
Jean Paul se ha ganado un lugar especial en la literatura alemana y siempre ha dividido a los lectores.
En ellas, Jean Paul mezclaba sus reflexiones con comentarios sobre el quehacer literario; la sátira amarga aparece repentina junto a la ironía ingeniosa y el humor suave; junto al sobrio realismo se hallan idilios esclarecedores, interrumpidos usualmente de forma irónica; su obra también contiene crítica social y posturas políticas.
Sus novelas hallaron acogida particularmente entre las mujeres debido a la forma tan empática con que Jean Paul podía dar forma a sus personajes femeninos: nunca antes en la literatura alemana habían sido mostrados los personajes femeninos con tal profundidad psicológica.
Curiosamente no se hallan en ningún otro lado tales arremetidas placenteras de misoginia como en Jean Paul.
Sus obras muestran el grado en que se interesaba no solo en la literatura, sino también en la astronomía y la ciencia.
También frente a estos mantuvo una distancia crítica; y es que a pesar de todo subjetivismo, no generalizó el Yo del autor: poseía aquello que escaseaba entre la seriedad clásica y la ironía romántica: humor, cuya esencia él examinó minuciosamente por primera vez.
Tanto la Ilustración como la metafísica las consideraba fracasadas, y aun así mantenían un sitio en su imaginario.