Sin embargo, se inició en la literatura a la edad de once años.
Este encuentro lo marcó bastante, cosa que reflejó posteriormente en su novela La educación sentimental.
En 1846 murieron su padre y su hermana, dos meses después de que enfermaran.
Las cartas que le dirigió fueron preservadas y, según Emile Faguet, esta relación fue el único episodio sentimental de importancia en la vida de Flaubert, que nunca se casó.
En París asistió a la Revolución de 1848, que observa con una mirada muy crítica (como en La educación sentimental).
Durante el Segundo Imperio francés frecuentó los salones parisinos más influyentes y entre otros se relacionó con George Sand.
[1] En esa época su mayor amigo fue Máxime du Camp (1822-1894), con el que recorrió la región de Bretaña en 1846 y realizó un largo viaje (1849-1851) en el que recorrió Italia, Grecia, Egipto, Jerusalén y Constantinopla.
Anteriormente había escrito la novela La tentación de San Antonio, pero no quedó contento con el resultado.
Las autoridades iniciaron acciones legales contra la editorial y el autor, acusados de atentar contra la moralidad, pero fueron declarados inocentes, a diferencia de Baudelaire, a quien el mismo tribunal había condenado por las mismas razones por su obra Las flores del mal, publicada también ese mismo año.
En 1877 Flaubert publicó en la editorial Charpentier Tres cuentos («Un corazón sencillo», «La leyenda de San Julián el Hospitalario» y «Herodías»).
[5] Flaubert fue contemporáneo de Baudelaire, y como él, ocupa una posición clave en la literatura del siglo XIX.
En su época fue rechazado por razones morales y admirado por su fuerza literaria al mismo tiempo.
Flaubert estableció de forma decisiva lo que la mayoría de los lectores y escritores consideran la narración realista moderna, y su influencia es casi demasiado familiar para ser visible.
Se puede encontrar algo de esto en Defoe o Austen o Balzac, pero no todo hasta Flaubert.Como escritor, además de puro estilista, Flaubert fue casi a partes iguales romántico y realista.
Flaubert, que detestaba la prosa bonita, habría aplaudido la actitud de Kafka hacia su herramienta.
[8] Incluso después del declive de la escuela realista, Flaubert no perdió prestigio en la comunidad literaria; sigue atrayendo a otros escritores por su profundo compromiso con los principios estéticos, su devoción por el estilo y su infatigable búsqueda de la expresión perfecta.
[8] Casi todas las grandes personalidades literarias del siglo XX han admirado a Flaubert o han escrito sobre él, incluyendo a filósofos y sociólogos como Michel Foucault, Roland Barthes, Pierre Bourdieu y Jean-Paul Sartre, este último cuyo retrato parcialmente psicoanalítico de Flaubert en El idiota de la familia fue publicado en 1971.
El novelista peruano Mario Vargas Llosa es otro gran admirador de Flaubert.