El Romanticismo es una corriente artística de Europa occidental que se inició a lo largo del siglo XVIII en Gran Bretaña (Outre-Manche) y en Alemania (Outre-Rhin), extendiéndose hasta Francia, Italia y España en el siglo XIX.
En Francia, se desarrolló durante la Restauración, como reacción contra las normas del Clasicismo y el Racionalismo filosófico de los siglos anteriores.
[2] El Romanticismo se caracteriza por una voluntad de explorar todas las posibilidades artísticas con un fin expresivo.
En las literaturas inglesa y alemana el Clasicismo no había calado con tanta intensidad como en Francia o España, aunque esta corriente fue predominante en este siglo.
En Francia, país de tradición grecolatina, la literatura continuó siendo clásica hasta mucho después del Renacimiento.
El pensamiento romántico comenzó a formarse hacia 1750 y alcanzó su término aproximadamente un siglo más tarde.
[4] La rebelión contra la imitación de la Antigüedad clásica había comenzado ya a finales del siglo XVII con la Disputa entre antiguos y modernos.
[10] Rousseau hizo discípulos desde el primer momento: Saint-Lambert con sus Saisons, Roucher con sus Mois, Delille con sus Jardins, Homme des champs, Trois Règnes de la Nature.
Sin embargo, las preocupaciones de los últimos años del siglo provocaron un cambio en las ideas filosóficas y políticas, y la gota final de la Revolución dejó en la incertidumbre las especulaciones literarias iniciadas por Rousseau hasta el Romanticismo.
Fueron los ingleses Hervey, Gray y sobre todo Young quienes más extendieron esta vertiente.
Gales, Irlanda, Escocia, Dinamarca, Noruega, es decir, todos los países célticos y los países germánicos sirvieron de fuente de inspiración, y se admiró a todos los bardos, desde los druidas galos hasta los sagas escandinavos.
La corriente nacida con Rousseau no se detuvo, y sus brotes, a pesar de ser intermitentes, fueron impetuosos.
Chateaubriand se enemistaría más adelante con Napoleón tras la ejecución del duque de Enghien, apoyando a los Borbones y buscándose por ello muchos enemigos.
Los autores escribían según las reglas clásicas, para ser comprendidos enseguida por un público acostumbrado a ellas.
Los románticos alemanes, al contrario, producían una poesía personal e íntima, expresión de sentimientos vivos y profundos, desafiando las convenciones clásicas.
Las ideas de Staël contribuyeron a extender horizontes, hicieron girar las cabezas y las miradas hacia el otro lado del Rin, como Chateaubriand las había hecho girar al otro lado del canal de la Mancha.
En De la literatura considerada en sus relaciones con las instituciones sociales establece una comparación entre las tradiciones literarias sajonas y latinas, apuntando hacia los países sajones como fuente de la renovación literaria: "La literatura debe volverse europea", proclamaba Staël, y si los escritores franceses habían frecuentado a italianos, españoles e ingleses, el comercio con los alemanes era relativamente nuevo, y había que advertirlos de lo que podían ofrecer.
La revolución literaria que se había preparado en el siglo XVIII, anunciada por Chateaubriand y Mme.
Es por este "yo" atormentado y orgulloso por quien los artistas iban a expresarse, abandonando finalmente las formas que les habían sido legadas.
Los románticos defienden la literatura como expresión de la sociedad, por lo que a estos principios literarios se añaden otros políticos.
Esta colección, así como las poesías que se publicaban en la Muse Française de escritores jóvenes y sentimentales como Alfred de Vigny, Charles Nodier, Émile Deschamps, Marceline Desbordes-Valmore, Amable Tastu, Sophie y Delphine Gay (la futura Mme.
En Victor Hugo contado por un testigo de su vida, escrito por su mujer Adèle,[15] encontramos una conversación que se efectuó en aquella época entre el poeta y Talma, y lo dice allí Talma es curioso, dada la asociación de su nombre a la tragedia clásica:
En un día, Alexandre Dumas se hizo célebre mediante un drama titulado Enrique III y su corte.
La obra envejeció pronto, pero contenía bastantes escenas osadas, que agitaron a público y crítica.
Sin embargo, la juventud romántica, los escritores y los artistas de la joven Francia, recibieron calurosamente la obra.
Al lado de estos tres, toda una pléyade ardiente y joven se arrojó a la batalla por la independencia del arte.
"Lucrèce" fue escogida por los adversarios de los románticos por ser opuesta a la menos exitosa Les Burgraves que Victor Hugo estrenaba en el Comédie-Française.
A partir de 1850 no se producen más obras según los cánones clásicos.
Después de este despliegue, la poesía se transforma, y al mismo tiempo que ella toda la literatura.
Vigny reaparece, pero esta vez es para enseñar a borrar el "yo" y la particularidad de la experiencia intima (Les destinées, 1864, obra póstuma).