Su familia regentaba un local con pista de baile y allí comenzó a tocar.
Su fama alertó a las autoridades fascistas en 1933, que al descubrir que Grossato no era su padre legal, lo colocaron bajo la tutela de un músico de La Fenice y comenzaron a mostrarlo internacionalmente como una gloria del régimen, un niño prodigio conocido como «Brunetto».
Esta vida agotadora acabó cuando Irma Manfredi, diseñadora de moda en Verona, intervino y lo acogió en su propia casa.
En esos años del Conservatorio estudió en profundidad la música antigua y medieval, estudios que fueron la base para muchos de sus primeras composiciones.
Malipiero le presentó al editor Ricordi, para quien transcribió entre 1947 y 1949 numerosos conciertos de Vivaldi.
En febrero de ese mismo año 1946 se casó con su primera esposa, Raffaella Tartaglia.
Debido a las estrecheces económicas por las que pasaban, Maderna se vio obligado a aceptar todo tipo de encargos, componiendo para la radio y el cine, y también música de baile.
También en Darmstad conoció a su nueva compañera, Beate Christine Köpnick —con la que vivió a partir de 1950 (pero sin casarse hasta 1972), y que le dio tres niños— y al dramaturgo Harro Dicks, cuya influencia se manifiesta en sus trabajos escénicos.
En 1951, mientras estaba en el «Internationale Ferienkurse für Neue Musik» en Darmstadt participa en la fundación del «Kranichsteiner Kammer-Ensemble» (conjunto de cámara).
De 1961 a 1966 fue director estable, con Pierre Boulez, del «Internationales Kranichsteiner Kammerensemble», dirigiendo conciertos en Tokio (1961) y Buenos Aires (1964).
Además, su experiencias como compositor, le hizo una figura de enorme significación para muchos compositores italianos no mucho más jóvenes que él: Nono, Clementi y Donatoni, entre otros, han reconocido la influencia decisiva que ejerció en el inicio de sus carreras.
[5] En el año 1970 adoptó la nacionalidad alemana, pero sin renunciar nunca a la italiana.
En 1974, póstumamente, la ciudad de Bonn le concedió el Premio Beethoven por su obra Aura.
En 1948 escribió su primer trabajo serial, Tre liriche greche, que fue publicado por Ars Viva, probablemente por la intercesión de Scherchen.
A Maderna también le atrajeron las nuevas sonoridades, como en el Concerto per due pianoforti e strumenti (1947-48) —con influencias bartókianas y una actitud especial hacia las sonoridades difíciles— o en la pieza Honeyreves, para flauta y piano (1961), construida con complejas melodías de flauta y extraños efectos sonoros del piano (clusters, pulsado directo de las cuerdas de la caja, etc.).
Los siguientes años exploró las vías del serialismo, aunque entendido con una gran libertad y fantasía, en las que unió la exactitud de las operaciones transformacionales con algunas inesperadas evocaciones melódicas antiguas —como la cita del «Epitaph de Seikilos» (música griega) en la Composizione no.
Esta dialéctica entre el rigor y la fantasía probablemente le aparto de sus colegas vanguardistas.
Para Maderna, esta contradicción era una parte necesaria y muy productiva del quehacer de un compositor:
Maderna también utilizó técnicas aleatorias en los trabajos que siguieron, dejando al ejecutante una gran libertad, particularmente después de Aulodia por Lothar (1965).
Maderna veía en el oboe el medio “aulódico” perfecto que buscaba para construir la “melodía absoluta” ("aulodía" es una palabra que mezcla los términos griegos aulos —instrumento griego similar al oboe— y "melodía").
[6] Otra característica notable, especialmente en sus últimos trabajos grandes, aunque no solamente, fue la escritura orquestal.