[3] Nació en Königsberg, en Prusia Oriental (actualmente Kaliningrado, en Rusia), en una familia de origen polaco y húngaro.
En 1800 es nombrado auditor y destinado a Posen y entre 1804 y 1807 ocupó un puesto en el tribunal de Varsovia,[2] donde ya con treinta años se replanteó su vida y retomó su vocación artística primeriza, viviendo una época de intensa actividad en este campo: creó una orquesta, organizó conciertos y compuso bastante música, aunque se emborrachaba escandalosamente y sus caricaturas le daban algún que otro problema con la autoridad; hubo un breve interludio provocado por la invasión napoleónica de 1806[2] que lo llevó de nuevo a Berlín, donde sufrió unas fiebres tifoideas que casi acaban con su vida.
Escribe su novela gótica más oscura y célebre, Los elixires del diablo.
Le llega entonces el triunfo y, esclavo de su excesiva sensibilidad, se entrega a una vida desordenada que destruye su salud (enferma de alcoholismo y sífilis) y lo acerca a la locura, aunque siguió ejerciendo como jurista hasta su muerte y no se resintió toda la ingente producción literaria que desarrolló en estos últimos años; incluso, atacado por la parálisis el mismo año de su muerte, 1822, dicta sus obras a secretarios o a su esposa.
La fama de E. T. A. Hoffmann se debe más a su obra como escritor que a sus composiciones musicales, y como tal ejerció un influjo sensible en grandes autores como Edgar Allan Poe, Théophile Gautier e incluso Kafka.
Vincenzo Bellini usó «El dux y la dogaresa» para la ópera Marino Faliero, Gaetano Donizetti toma muchos rasgos de «Signore Formica» para su ópera bufa Don Pasquale, etc.
A pesar de su amplia influencia, sus obras han sido adaptadas al cine esporádicamente, debido probablemente a su dificultad escenográfica, enorme intensidad psicológica y manejo de matices conductuales.