[1] Tuvo un papel muy relevante en la música española del último tercio del siglo XIX, gracias al sainete lírico La verbena de la Paloma y a óperas como La Dolores y Los amantes de Teruel.
En 1872 recibió, junto con Ruperto Chapí, el primer premio de composición del Conservatorio.
No obstante, la ópera fue su verdadera obsesión y siempre tuvo sobre su mesa un libreto sobre el que trabajaba.
Bretón no renuncia a sintetizar en sus obras las prácticas europeas, tanto la grandiosidad de la ópera francesa, como el desarrollo sinfónico wagneriano o la tradición italiana, a la que no renuncia dada la afinidad latina de lo español.
Además, el mercado es potencialmente muy amplio debido a las posibilidades que ofrece la América de habla hispana.
Aun así, en su estilo musical integró las diferentes prácticas operísticas, sintetizando las corrientes wagnerianas con la tradición belcantista italiana.
Esta influencia puede resultar paradójica a la vista de algunos comentarios muy críticos con la obra de Wagner, como los que anotó en su diario durante su estancia en Viena, aunque Bretón tan solo rechazó los aspectos más modernos del drama lírico wagneriano, especialmente las atrevidas innovaciones armónicas.
En estos primeros trabajos operísticos, Bretón utilizó los modelos europeos –tanto italianos como germánicos– sin preocuparse por el carácter nacional, salvo pequeños detalles de color local para caracterizar algunas situaciones.
De esta manera, La Dolores suponía una ruptura con sus anteriores modelos, planteando una original adaptación de las prácticas veristas a la música española, tal como sucede en toda Europa en la década final del siglo XIX.
Así, en Raquel (1900) regresó a los modelos del melodrama histórico de sus primeros trabajos.
Sin duda, Bretón elegía los temas que le parecían más dramáticos, al margen de cualquier prejuicio sobre su carácter nacional.
El desinterés por la ópera española en este teatro alcanzó su grado máximo en los años siguientes, en especial durante la conservadora gestión de José Arana.
Muy diferente fue su última ópera, Tabaré (1913), un original proyecto sobre la epopeya uruguaya de Juan Zorrilla de San Martín, con un discurso musical muy influenciado por el Tristán wagneriano y sonoridades atrevidas para caracterizar el ambiente americano.
Está dedicada al compositor Arrieta, director del Conservatorio de Madrid, con quien Bretón finalizó sus estudios ese mismo año.
La Sinfonía nº 3 en Sol mayor no se trata de una obra nueva, sino que de una orquestación del Quinteto para cuerda y piano que había sido estrenado en 1905 y cuya partitura no se ha conservado.