[1] Se estima que entre 600 y 1000 personas fallecieron producto del movimiento sísmico, que arrasó con casi la totalidad de las construcciones coloniales de las ciudades afectadas.
Si este fuera el caso, se plantea un problemático escenario de riesgo para la región más poblada del país.
Según descripciones de la época, el sismo tuvo una duración del «tiempo que se demora uno en rezar entre tres o cuatro Credos»[3] (es decir, entre 135 y 200 segundos).
[3] Se abrieron grietas en todo Santiago que liberaban gases sulfurosos.
[3] A las 4:00 a. m. del día siguiente se produjo una copiosa lluvia y tormenta que terminó de empeorar las cosas.
[7] El dantesco panorama a las horas siguientes del sismo provocó la reacción de los pobladores de Santiago quienes, alojados en un toldo ubicado en la Plaza de Armas, suplicaron por cartas ayuda inmediata, ya que según ellos «no hay hacienda para reedificar los templos, levantar las casas, ni sustentarse los ciudadanos».
[3] Sin embargo, la idea pronto fue desechada y se prefirió la reconstrucción en el mismo sitio, fundamentalmente por motivos económicos,[8] dado que los monasterios perderían las capellanías, las religiones y los censos, generando una gran merma en sus ingresos.
[3] Cinco días más tarde se llegaba a un acuerdo desechandose la mudanza.
[3] Algunos días después, fuertes lluvias cayeron sobre la ciudad lo que agravó las pésimas condiciones de salubridad.
[3] Se estima que 2000 personas habrían fallecido en las semanas siguientes víctimas de la epidemia de «chavalongo», nombre con el que se conocía a la fiebre tifoidea.