Entre sus principales y más conocidas obras cabe destacar Katiuska, la mujer rusa (1931, Barcelona), Adiós a la bohemia (1933, Madrid), en la que trabajó con Pío Baroja, La del manojo de rosas (1934, Madrid), La tabernera del puerto (1936, Barcelona), Black el Payaso (1942, Barcelona), Don Manolito (1943, Madrid), etc. Revisó y rescató obras del siglo XIX como Pan y toros (de Barbieri) o Pepita Jiménez (de Albéniz), obteniendo un gran éxito artístico, pero no económico.
Su longevidad le hizo ser testigo de las nuevas corrientes musicales, interesadas en otros géneros.
Se distinguió por su labor sinfónica y de cámara, que reúne también obras como Capricho Español, Suite Vasca, Txistulariak, etc.
Siempre estuvo muy apegado a las costumbres vascas y reconoció en El Caserío (de Jesús Guridi) una partitura magistral, pero un libreto que según él banalizaba al pueblo vasco y no lo representaba.
Realizó también contribuciones en el campo del cine, como la banda sonora de Marcelino, pan y vino.