Sirviendo como sus defensores contra las enfermedades, con ayuda del mantenimiento de barreras selectivamente permeables (ej.
[5] Sin embargo, durante una respuesta neuroinmune, ciertas células inmunitarias periféricas son capaces de atravesar la barrera hematoencefálica para responder contra los patógenos que entran al cerebro.
[7] Los componentes clave del sistema neuroinmunitario son las células gliales, incluidos los astrocitos, la microglía y los oligodendrocitos.
Éstas interactúan con las células enteroendócrinas y los macrófagos locales, detectando señales procedentes del tracto gastrointestinal, incluidas las de la microbiota.
[8] Las citoquinas, que regulan las respuestas inmunitarias, podrían influir en el sistema nervioso central mediante la activación del eje hipotálamo-hipofisario-suprarrenal (HHS).
Como muestra, las bacterias invasoras pueden activar simultáneamente inflamasomas, que procesan interleucinas (IL-1 β), y despolarizar neuronas sensoriales mediante la secreción de hemolisinas.
En adición, las células gliales pueden reconocer eficazmente patógenos tanto en el sistema nervioso central como en los tejidos periféricos.
No obstante, la activación crónica de las células gliales provoca una enfermedad neurodegenerativa y una neuroinflamación.
[9] Las conexiones neuroinmunes y el nervio vago recientemente se han destacado como esenciales para mantener la homeostasis en el contexto de nuevos virus como el SARS-CoV-2.
Los nociceptores también están relacionados con los reflejos del organismo ante los patógenos, ya que se encuentran en lugares estratégicos, como las vías respiratorias y los tejidos intestinales, para inducir contracciones musculares que provocan prurito, vómitos y tos.
Para ilustrar, el prurito está inducido por patógenos que estimulan los nociceptores de los tejidos epidérmicos.
Estos agentes infecciosos, como la histamina, pueden provocar que otras células inmunitarias segreguen una mayor cantidad de patógenos en un esfuerzo por inducir más picor para así poder eliminar físicamente a los invasores parasitarios.
Los parásitos intestinales y bronquiales causan la estimulación de nociceptores en los tejidos infectados mediante impulsos nerviosos originados en el tronco encefálico que inervan a sus músculos lisos respectivos provocando vómito, tos, estornudos y diarrea.
[9] Se ha demostrado que el estrés psicológico prolongado podría estar relacionado con un mayor riesgo de infección por vía respiratoria viral.