El romance tradicional fue una manifestación amplia de la poesía folclórica hispánica en respuesta a la llamada balada europea.
Los cancioneros son colecciones breves de canciones y poesías de diversos autores que eran normalmente recitadas en los ambientes cortesanos a finales del siglo XV y comienzos del XVI en España.
Algunos romances viejos han sido encontrados en distintas colecciones, como el Cancionero de Estúñiga (aprox.
Al fijar su carácter tradicional, no solo se evocan su antigüedad y su circunscripción en una tradición literaria, sino que además se ve la vigencia del género en cualquier época al permitir incorporar diversas variantes cortesanas, tradicionales y populares.
Hacia mediados del siglo XVI el Romancero estaba constituido como un género de moda.
Se estima que la mayoría de las personas conocían algunos romances, los cantaban y ocasionalmente los acompañaban con instrumentos musicales, como la vihuela.
De igual forma, estos eran leídos en pliegos sueltos e incluso copiados para uso personal, por lo que no es de extrañar que con el tiempo se empezaran a publicar libros exclusivamente dedicados a los romances.
En esos romances primitivos épicos de estilo juglar, la métrica era oscilante; su tradicionalización fue reduciendo la extensión, dándoles tonalidades cada vez más líricas y dramáticas.
Usualmente, no marca una división conceptual entre los versos, como lo hacían las canciones gallegoportuguesas o los villancicos castellanos, sino que acentúa su musicalidad y lirismo.
Esta adición no marca ningún cambio conceptual a lo largo del romance, solo refuerza el lamento de la pérdida que sufren los moros en ese momento.
Los romances pocas veces se presentan como una narración pura en tercera persona.
Di Stefano[13] discute esta clasificación considerando que, además de que un romance se puede identificar por su mera descripción, se debe tratar más a fondo otros elementos, como el tiempo, el espacio, la narración, etc.
[18] Este tipo de composición admitió que se hablara sobre una gran variedad de temas: desde las guerras, las rebeliones y las traiciones, hasta el amor, el adulterio, la fidelidad, el heroísmo, la aventura y la muerte, por nombrar algunos.
Estos motivos suelen ser repetitivos en los romances viejos, pero cada composición los trata de manera única y particular.
Un romance clasificado como histórico puede, a la vez, hablar de temas fronterizos y tener un componente épico o novelesco.
[14] Todo este trabajo de la tradición solo es posible gracias a que en la conciencia de las personas se sabe que un texto popular no pertenece a nadie, y como tal, al aprenderse, se toma como si fuera propio.