Revolución del 11 de septiembre de 1852

Ambos Estados pregonaban pertenecer a una sola nación, pero en la práctica se comportaban como entidades separadas.

[2]​ En la Sala de Representantes porteña, los liberales quisieron discutir ciertas condiciones a imponer en esa reunión; obviando esa discusión, el gobernador López partió hacia San Nicolás sin recabar la autorización de la Sala.

Entre otras disposiciones, se establecía también que los diputados debían concurrir con poderes plenos para votar según su conciencia, sin instrucciones que coartaran su libertad de acción, aunque las provincias podrían retirarlos y reemplazarlos de considerarlo oportuno.

La diferencia esencial era, esta vez, que la reunión del Congreso no sería en Buenos Aires, sino en Santa Fe.

Este último rechazó el supuesto derecho de los porteños a imponer sus condiciones al resto del país, con una frase muy conocida:

El público, enardecido en contra del gobierno, impidió a López continuar su discurso.

Al día siguiente, seguros ya de que el Acuerdo sería rechazado, renunciaron todos los ministros.

Unas horas más tarde, también el gobernador presentó su renuncia, que fue aceptada de inmediato.

Si bien repuso oficialmente a López en el gobierno, este no asumió la totalidad de los poderes.

López dio por aprobado el Acuerdo por la provincia y llamó a elecciones, que tuvieron muy escasa asistencia, en las cuales se eligieron a Salvador María del Carril y Eduardo Lahitte como los dos diputados para concurrir al Congreso en Santa Fe.

Durante su gobierno provincial, Urquiza envió en misión al Paraguay al doctor Santiago Derqui, a firmar tratados de libre navegación y reconocer la independencia de ese país, que había sido negada por Rosas en 1843.

El 8 de septiembre, Urquiza partió hacia Santa Fe, para inaugurar las sesiones del Congreso Constituyente.

No hubo mayores hechos de violencia, y el movimiento se desarrolló con nerviosismo, pero en paz.

Unos días más tarde, una ley provincial acordaba premios monetarios y ascensos en el escalafón a los militares implicados en la revolución.

Mientras tanto, en Buenos Aires, durante una reunión en el Teatro Coliseo, Alsina se abrazaba públicamente con el jefe de los federales porteños, Lorenzo Torres, que había sido un exaltado partidario de Rosas.

También muchos jefes militares fueron reincorporados al ejército porteño, en un proceso que había comenzado varios meses antes.

Falta de apoyo externo, la invasión a Entre Ríos fracasó completamente, atacada por las tropas que Urquiza pudo movilizar sin problemas, ya que el previsto avance sobre Santa Fe nunca se había producido y los restos del ejército invasor huyeron desorganizadamente hacia Corrientes, donde su gobernador Pujol, con cuyo apoyo contaban los porteños, los recibió, desarmó a sus jefes y los expulsó de su provincia.

Sus dirigentes oscilaron entre oficializar la independencia nacional del Estado y la pretensión de que ellos representaban a toda la Nación.

Los líderes exiliados intentaron repetidamente invadir Buenos Aires, pero fracasaron otras tantas veces; hasta que el general Jerónimo Costa fue vencido y fusilado sin juicio, junto con todos sus oficiales, a principios de 1856.

Justo José de Urquiza derrotó a Rosas en Caseros y asumió como Presidente de la Confederación, ahora sin la provincia de Buenos Aires , que formó un estado aparte.
Vicente López y Planes fue nombrado gobernador interino por Urquiza.
Bartolomé Mitre rechazaba el Acuerdo , sosteniendo que Vicente López no tenía la autorización de la Sala de Representantes para firmarlo.
El general Manuel Pinto asumió como gobernador provisional tras la revolución del 11 de septiembre.
Valentín Alsina , gobernador de la provincia de Buenos Aires entre octubre y diciembre de 1852.
El general Hilario Lagos había sido uno de los organizadores de la Revolución, pero en diciembre dirigió la contrarrevolución y puso sitio a la ciudad de Buenos Aires .