El país estaba dividido entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires, enfrentados en una guerra civil intermitente.
Por este y otros motivos, el presidente Santiago Derqui dictó un decreto convocando a nuevas elecciones en Buenos Aires.
El Congreso consideró esto como un acto de sedición y Derqui encomendó al capitán general, gobernador entrerriano y expresidente Urquiza la jefatura de las fuerzas nacionales para volver a la provincia rebelde a la obediencia.
Urquiza, en cambio, intentó hasta el último momento conservar la paz y se negó sistemáticamente a tomar la iniciativa contra el ejército porteño, tal como se lo aconsejaban sus coroneles Ricardo López Jordán y Prudencio Arnold.
Mitre, por su parte, avanzó casi directamente hasta el norte de su provincia[20] e invadió Santa Fe.
Sin embargo fue la artillería confederal la que dio inicio al combate, abriendo grandes brechas en las filas de infantes porteños, blancos fáciles debido a sus vistosos y coloridos uniformes.
La caballería del Segundo Cuerpo porteño, bajo el mando del experimentado general Manuel Hornos, ofreció mayor resistencia; aunque finalmente debió retirarse, dejando en poder de sus adversarios todo el parque y numerosos prisioneros.
En cambio, el centro del ejército de la Confederación, compuesto por milicianos del interior con escaso entrenamiento militar, fue superado y obligado a retroceder por los aguerridos y bien pertrechados batallones de infantería porteños.
Al ver la dispersión del centro, Urquiza abandonó el campo de batalla sin comprometer seriamente los 4000 hombres de las divisiones entrerrianas[22] que hasta ese momento había mantenido en reserva, y marchó a Rosario, siguiendo luego hacia San Lorenzo y Las Barrancas.
Al ver que el país era invadido, Derqui renunció y se refugió en Montevideo; pocas semanas más tarde, el vicepresidente Pedernera declaraba caduco el gobierno nacional.
Junto a Mitre se hizo sentir el fuerte núcleo porteñista que constituía su base política, copando los ministerios y buena parte de las bancas del Congreso.
La capital del país, que había estado radicada en Paraná, fue trasladada a Buenos Aires.
Lentamente llegaría a reorganizarse como un estado más o menos federal, de ideología liberal y economía librecambista.