Su simplicidad técnica le confería una robustez mecánica notable que lo convertía en un coche familiar fiable y de escaso consumo.
[4] Para evitar la tendencia inherente de los ejes oscilantes a acuñar la rueda exterior en curvas cerradas, la marca recurrió a elevar notablemente la presión de inflado de los neumáticos traseros, transformando el comportamiento sobrevirador natural del coche en subvirador, reduciendo así la fuerza lateral a la que debieran enfrentarse las ruedas traseras.
En vehículos preparados por el contrario se utilizaba una suspensión rebajada que situaba el diferencial por debajo del eje de las ruedas, forzando a estas a adquirir una llamativa caída negativa.
Junto al conservadurismo en las suspensiones el Renault 8 incorporó novedades vistas por primera vez en muchos mercados en un vehículo de gran serie.
La asimetría en la colocación del logotipo delantero perduró durante mucho tiempo y en bastantes modelos posteriores, hasta la aparición de los modelos de 4 faros en 1973, que incorporaban también pilotos traseros más grandes.
[1] A lo largo de su vida sufrió distintos cambios que no alteraron básicamente su fisonomía pero sí sus cualidades mecánicas.
Los jóvenes de esta forma, aplicando un presupuesto económico, podían adquirir los conocimientos y la soltura necesarios para continuar ascendiendo hasta el pódium profesional posterior.
Se sabe poco sobre una versión especial "R8 RENAULT ALPINE" solo ensamblado en México en su planta de ciudad Sahagun, Hidalgo, entre los años 1973 y 1974 se estima que se produjeron solo entre 50 o 60 unidades, aunque en realidad hay pocos datos históricos, compartía la mecánica del extinto Dinalpin, Si el 4 CV y el Dauphine sirvieron para consolidar en Francia la imagen de la nueva Renault, en España fue el Renault 8 quien consolidó la imagen de la marca, elevando su posición en el mercado y fijándola en un segundo puesto tras la empresa estatal SEAT con su mítico SEAT 600, y a la que, con el tiempo, lograría desbancar del liderazgo del mercado español.