Las principales olas migratorias se dieron provenientes del departamento de Tarapacá que desde la firma del Tratado de Ancón al finalizar la Guerra del Pacífico en 1883 pasó a pertenecer formalmente a Chile, y desde las provincias cautivas de Tacna y Arica desde 1894 por la cuestión de soberanía disputada por Chile y Perú.
[1] La inmigración no se vio en toda la clase tarapaqueña-peruana, fue desarrollada principalmente en las clases media y bajas, algunas elites tarapaqueña-peruanas permanecieron en Tarapacá pero tuvieron momentos de tensiones xenofóbicas contra los colonos chilenos.
Un refugiado anónimo en El Dios Cautivo comentó: Los migrantes al puerto del Callao inicialmente fueron recibidos con entusiasmo por sus compatriotas, incluso tanto los refugiados tarapaqueños y los chalacos hacían actividad social para crear una consciencia nacional peruana e incentivar la recuperación de las denominadas provincias cautivas, pero ese entusiasmo se fue diluyendo ante disputas ideológicas, los refugiados fueron vistos como achilenados y comenzaron a sufrir acoso de sus pares peruanos con insultos como «Parias, rotos, chilenos, váyanse», los refugiados tenían que hacer actividades patrióticas para intentar convencer a los otros peruanos que no eran prochilenos.
[2] El gobierno peruano publicó la Ley 5443 que concedían terrenos a las familias peruanas expulsadas de Tarapacá, aunque dicha ley no se llegó a cumplir en la práctica y los refugiados que se encontraban en Callao se esparcieron por Lima hasta asimilarse con el resto de la población.
Una carta de uno de esos refugiados en el extranjero relata lo siguiente: Varios de los refugiados de Tacna, Arica y Tarapacá ante el rechazo que tuvieron en el Callao y del mismo norte chileno, decidieron trasladarse al oriente peruano, y por tal se inmiscuyeron en la fiebre del Caucho en el departamento de Loreto junto a compañías caucheras peruanas entre los ríos Caquetá y Putumayo, un territorio disputado entre Colombia y Perú.