Permaneció en ese puesto durante cinco años, periodo en el que construyó también sus primeros edificios en Mataró.
Tras el estallido de la guerra civil española huyó del país para salvar su vida.
[11] Se exilió en París y dio clases magistrales sobre arquitectura e historia en numerosas universidades, lo que le valió el reconocimiento internacional.
Regresaría a España en 1942, donde se encontró con que el nuevo régimen político no le permitía ejercer de arquitecto, por lo que sólo pudo rehabilitar y restaurar edificios y monumentos históricos.
También en 1942 fue nombrado presidente del Instituto de Estudios Catalanes, cargo que desempeñó hasta su muerte.