[6] El puente llegó a transportar hasta 17 000 trabajadores por día, que hacían el cruce entre ambas orillas mediante su barquilla colgante, para ir y venir entre la infinidad de fábricas, astilleros y comercios ubicados en sus alrededores.
[7] En 1993 estuvo a punto de ser desguazado y vendido como chatarra por decisión del Gobierno Nacional, pero fue salvado por una campaña iniciada por el arquitecto Carlos Mario Pasqualini, vecino de la Boca, junto a distintas asociaciones vecinales, que lograron evitar el desmantelamiento.
Un decreto de 1889 definió que todos los puentes del río ya instalados por las empresas debían dejar de ser fijos, como lo eran algunos puentes ferroviarios instalados por las empresas en el Riachuelo.
Estos debían ser retirados y reemplazados por otros puentes dotados con mecanismos móviles para permitir el paso de los barcos; a lo cual se agregó también la construcción de nuevos puentes.
En estos espacios era necesario encontrar una manera de conciliar los dos sentidos en los que se organizaba el transporte: en sentido longitudinal, a lo largo del río, a través de embarcaciones, chatas y remolcadores, y en sentido transversal, a pie o en vehículos, para el cruce entre las márgenes de los trabajadores y demás habitantes del área urbana e industrial.
La FCS adquirió la superestructura metálica del futuro puente transbordador Avellaneda a una empresa inglesa, cuyas partes fueron transportadas en barco hasta el Riachuelo.
[15] La estructura metálica del transbordador había sido proyectada mediante un tipo de cálculo conocido como sistema elástico, para el cuál se había adoptado un coeficiente de seguridad deliberadamente elevado.
Esta decisión estaba justificada por la utilización de un hierro de baja resistencia para la construcción del puente, lo cual llevó a que se acentuaran las dimensiones requeridas por cada elemento del transbordador.
Poco después, el transbordador cruzaba diariamente a cerca de 17 000 personas.
Entre estos, estaba el transbordador, cuyo tonelaje lo convertía en una de las oportunidades comerciales más importantes del proyecto.
[17] El empleo del llamado alpinismo industrial (trabajo en altura) fue fundamental para economizar tiempo y dinero.
[18] Como dice además Silvestri, también es curioso cómo el transbordador Avellaneda se convirtió en el puente más destacado y emblemático del paisaje portuario e industrial del Riachuelo, una consagración ocurrida a pesar de que su estructura no fue pensada como una intervención con fines estéticos, y respondió, en cambio, a las necesidades técnicas definidas por el funcionamiento del puerto, y la búsqueda de una tecnología que resolviera las necesidades del transporte.
Eran también transbordadores con construcciones en hierro y tecnología similares a las del puente Avellaneda, aunque de menor envergadura debido a la elección de un acero especial que permitía levantar puentes más esbeltos y livianos.
En la actualidad, sólo quedan siete en funcionamiento de los ocho que aún se conservan.