Cansado de la inestable situación política del país norteamericano, el matrimonio decidió regresar a Europa.Eso les permitió crecer en un ambiente trilingüe donde se hablaba español, francés y vasco.Los jesuitas inculcaron al joven Alberto Palacio unas profundas creencias religiosas que le acompañaron el resto de su vida.Se entrevistó entre otros en París con los ingenieros civiles Gustave Eiffel y con Ferdinand Arnodin, gran especialista en puentes atirantados.[6] El matrimonio Palacio Arana se trasladó al poco tiempo de la boda a Madrid, donde había mayores oportunidades laborales para Alberto.