[1][2][3] La plaza de Cibeles toma su denominación de la fuente homónima, dedicada a la diosa frigia Cibeles, asociada a la griega Rea, quien era esposa del titán Cronos.
En el siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, se emprendió una nueva remodelación.
Consistía en crear una gran zona ornamental de jardines y fuentes al este de Madrid, flanqueada en sus lados por diferentes recintos dedicados a la divulgación científica y cultural.
Con su nueva ubicación, perdió este uso y se convirtió en un elemento ornamental, que el Ayuntamiento de Madrid subrayó situando el monumento sobre cuatro peldaños e incorporando en la parte trasera del carro dos nuevas esculturas.
Estas representan a dos amorcillos, uno arrojando agua con un ánfora (obra de Miguel Ángel Trilles) y otro sosteniendo una caracola (su autor es Antonio Parera).
A mediados del siglo XX, se realizaron diferentes mejoras en los juegos de agua.
Se añadieron cascadas y dos surtidores verticales que alcanzan los 5 m de altura, así como un chorro curvado que lanza agua desde la figura de la diosa hasta el estanque.
Su trazado, diseñado por Juan Pedro Arnal, sintetiza esquemas franceses e italianos.
En esta remodelación, se levantó un piso más y se incorporó un frontis a la fachada principal, que da a la calle de Alcalá, obra del escultor Aniceto Marinas.
También intervinieron en las obras Aníbal Álvarez Bouquel, Alejandro Herrero y Bernardo Asins, entre otros.
En su interior, sobresale la decoración suntuosa de las diferentes salas y estancias, obra de diferentes artistas como Casto Plasencia, Jerónimo Suñol, Francisco Pradilla, Manuel Domínguez, Francisco Amérigo y Alejandro Ferrant, entre otros, quienes combinaron diferentes estilos, como el neogótico, el neobarroco o el romántico.
Junto al edificio principal, también fueron remodelados dos pabellones anexos, situados en su parte trasera: la denominada Casa de Muñecas, que presenta características románticas, y las caballerizas, de corte clásico.
El palacio, que ocupa una superficie total de 12 207 m², se construyó sobre terrenos integrados originalmente en los Jardines del Buen Retiro.
La monumentalidad de sus volúmenes emula las pautas arquitectónicas estadounidenses vigentes en la época y sus composiciones volumétricas denotan un cierto toque francés.