Pelagianismo

También enseñaba que era injusto castigar a una persona por los pecados de otra; por lo tanto, en su opinión, los niños deben nacer sin culpa.

En gran medida, el «pelagianismo» fue definido por su oponente Agustín de Hipona, y definiciones exactas sobre la doctrina siguen siendo esquivas.

Muchos romanos se convertían al cristianismo, pero no necesariamente seguían la fe de forma estricta[2]​.

Si bien Pelagio predicaba la renuncia a la riqueza terrenal,[9]​ sus ideas se hicieron populares entre parte de la élite romana[5]​[7]​[1]​.

orig., XXIV) testifica, Pelagio vivió en Roma «por largo tiempo», podemos suponer que residió allá al menos desde el pontificado del papa Anastasio I (398-401).

Mantuvo una edificante correspondencia —que más tarde usó para su defensa personal— con San Paulino de Nola (405) y otros prominentes obispos.

Por lo demás, Pelagio no habría anunciado nada nuevo con esta doctrina, dado que los adversarios de la naciente Iglesia Apostólica estaban ya familiarizados con la «justificación por la sola fe».

Celestio había sido ganado para el ascetismo debido a su entusiasmo por la vida monástica y, en su condición de hermano lego, se esforzó por convertir las máximas prácticas, aprendidas de Pelagio, en principios teóricos que fueron propagados en Roma con éxito.

orig., XV) no solo «increíblemente locuaz», sino también persona de ánimo abierto, obstinado y desenvuelto en las relaciones sociales.

Más tarde se encontraría varias veces con Pelagio en Cartago, pero sin entrar en estrecha relación con él.

En cualquier caso, como resultado, Celestio no solo fue excluido de la ordenación sino que sus seis tesis fueron condenadas.

Declaró entonces su intención de apelar al papa en Roma, pero, sin ejecutar su decisión, se fue a Éfeso en Asia Menor, donde fue ordenado sacerdote.

Mientras tanto las ideas de Pelagio se habían extendido por un amplia área, especialmente en torno a Cartago, de manera que san Agustín y otros obispos se vieron impulsados a tomar una postura firme contra estas concepciones en los sermones y conversaciones privadas.

[8]​[26]​ Urgido por su amigo Marcelino, quien «diariamente soportó extenuantes debates con hermanos equivocados», san Agustín en el 412 escribió sus famosas obras De peccatorum meritis et remissione libri III (P. L., XLIV, 109 sqq.)

Pelagio puntualmente obedeció a las citaciones, pero los principales acusadores, Heros y Lázaro, no hicieron su aparición, uno de ellos debido su mala salud.

Los puntos principales de la petición fueron traducidos al griego por un intérprete y leídos solo como un extracto.

Sin embargo, para asegurar sus decisiones con la «autoridad de la Santa Sede», ambos sínodos escribieron a Inocencio I, pidiendo su sanción suprema.

Además, para llamar la atención del Papa con mayor fuerza sobre la seriedad de la situación, cinco obispos (Agustín, Aurelio, Alipio, Evodio y Posidio) le adelantaron una carta conjunta en la que detallaban la doctrina del pecado original, el bautismo de los niños, y la gracia cristiana (S. Agustín, Epp.

Pero, aunque las previas decisiones de Inocencio I habían removido todas las dudas sobre el asunto mismo, aún la cuestión de las personas comprometidas estaba sin decidir, es decir: ¿Habían realmente enseñado Pelagio y Celestio las doctrinas condenadas como heréticas?

Todo esto fue dirigido a Inocencio I, de cuyo deceso Pelagio no se había aún enterado.

En ésta afirma su creencia en todas las doctrinas, «desde que hay un Dios Uno y Trino hasta la resurrección de los muertos» (cf.

Por un rescripto del 21 de marzo de 418, aseguró a ellos que no se había pronunciado definitivamente, sino que había despachado al África todos los documentos sobre el pelagianismo para pavimentar el camino hacia una nueva investigación conjunta.

Si Celestio evadió la audiencia ante Zósimo, a la que él ahora estaba citado, «huyendo de Roma» (S. Agustín, Contra duas epist.

Se afirma además que en el 425 su petición de audiencia con Celestino I fue respondida con una tercera expulsión (cf.

Para enfrentar la acusación, Agustín escribió al comienzo del 419 una apología: De nuptiis et concupiscentia libri II (P. L., XLIV, 413 sqq.)

Agustín refutó esta obra de Julián en su famosa réplica, escrita en el 421 o 422: Contra Iulianum libri VI (P. L., XLIV, 640 sqq.).

Cuando dos circulares pelagianas, escritas por Julián castigando las «concepciones maniqueas» de los antipelagianos, cayeron en sus manos, las atacó enérgicamente (420 0 421) en una obra dedicada a Bonifacio I, Contra duas epistolas Pelagianorum libri IV (P. L., XLIV, 549 sqq.).

Esa obra fue redactada poco después del 421, así que no llegó a ser conocida por San Agustín hasta el 427.

La última réplica, que cita la argumentación de Julián sentencia por sentencia, refutándolas una a una, fue desarrollada solo hasta el sexto libro, de aquí que se la denomine en la literatura patrística como Opus imperfectum contra Iulianum (P. L., XLV, 1049 sqq.).

Caspari, Letters, Treatises and Sermons from the two last Centuries of Ecclesiastical Antiquity, pp.