En un primer momento representó la transición de la arquitectura gótica a la renacentista.
Ahora bien, al hablar de la apariencia externa e interna de sus proyectos constructivos solía recurrir a los términos "arte y razón", entonces vanguardistas, lo que sirve para definirlo como plenamente renacentista.
Fue designado Maestro Mayor de obras en la Diócesis de Coria, y como tal durante unos treinta años participó directa o indirectamente en casi todas las obras realizadas durante la segunda mitad del siglo XVI en los templos parroquiales, conventos y ermitas de la diócesis.
Los exteriores rematan en una cornisa con las características bolas del Gótico isabelino.
De estas intervenciones destacan, en Salamanca, la capilla y el claustro del Colegio Fonseca y, en Ciudad Rodrigo, la Iglesia de San Agustín y la capilla mayor del convento de San Francisco.