Parábola del juicio final

La idea de juicio final universal ya existía en el judaísmo del siglo I, pero la concepción prevalente señalaba que Israel sería juzgado con medidas menos severas mientras que los pueblos paganos serían sentenciados duramente.

Esos epígrafes no solamente buscaban para las personas la fama y el prestigio en vida y el acceso a una morada eterna luego de la muerte, sino que también eran una expresión de la posición aventajada que tales personas ocupaban en la sociedad.

[18]​ Plinio el Viejo escribió en su Naturalis historia II, 5, 18: «Deus est mortali iuvare mortalem» [«Dios es para un mortal ayudar a los mortales»] y así se otorgaba categoría divina a los que ayudaban; en contraste, el Evangelio de Mateo presenta a Dios en el papel de indigente.

Con ello la tradición cristiana primitiva mostraba la tendencia a ampliar la ayuda más allá de las fronteras nacionales y culturales.

En tal sentido, su juicio será particular en extremo, porque la materia sometida a su fallo será la conducta que los procesados observaron respecto de aquellos a quienes él prefirió y con quienes se identificó: los pobres.

El juicio final , obra de Fra Angelico ( c . 1431). Museo Nacional de San Marcos .
Cristo separa las ovejas de los cabritos , mosaico de principios del siglo VI d. C.. Basílica de San Apolinar el Nuevo , Rávena .
Estatua cúbica que representa a Harwa, gran mayordomo de Amenardis I , la divina adoratriz de Amón , durante la dinastía XXV ( c . 710 a. C.). Este personaje proclamaba la realización de diferentes obras benéficas, pero algunas se desarrollaban al servicio del poder y la dominación.
Siete obras de misericordia (1607), de Caravaggio . La enumeración tradicional de las siete obras de misericordia corporales se inspiró en la parábola mateana del juicio final, y fue motivo de representación en diversas obras de arte.
Caricatura de Edmé Jean Pigal (1798-1872) y litografía de Langlumé, en la que un mendigo con una pierna amputada tiende su sombrero a un hombre bien vestido que está de pie con las manos en los bolsillos. El subtítulo en francés reza: Je ne donne pas aux fainéans («Yo no doy a los perezosos»).
La parábola del juicio final describe al Hijo del hombre diciendo en el juicio final: «En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.»