La idea de juicio final universal ya existía en el judaísmo del siglo I, pero la concepción prevalente señalaba que Israel sería juzgado con medidas menos severas mientras que los pueblos paganos serían sentenciados duramente.
Esos epígrafes no solamente buscaban para las personas la fama y el prestigio en vida y el acceso a una morada eterna luego de la muerte, sino que también eran una expresión de la posición aventajada que tales personas ocupaban en la sociedad.
[18] Plinio el Viejo escribió en su Naturalis historia II, 5, 18: «Deus est mortali iuvare mortalem» [«Dios es para un mortal ayudar a los mortales»] y así se otorgaba categoría divina a los que ayudaban; en contraste, el Evangelio de Mateo presenta a Dios en el papel de indigente.
Con ello la tradición cristiana primitiva mostraba la tendencia a ampliar la ayuda más allá de las fronteras nacionales y culturales.
En tal sentido, su juicio será particular en extremo, porque la materia sometida a su fallo será la conducta que los procesados observaron respecto de aquellos a quienes él prefirió y con quienes se identificó: los pobres.