Esta mutación de la parábola que enfatiza la infidelidad del tercer siervo en la vida disipada (cf.
Lc 15, 30; 12, 45), tuvo probablemente una intención moralizante en el marco de la Iglesia judeocristiana.
Al respecto, Joseph A. Fitzmyer señaló: Se trata de una parábola con significación alegórica.
En efecto, se presenta deliberadamente con una estructura artificiosa (Manuel de Tuya remarca entre otros puntos que, por emprender un viaje con regreso, no es común que se confíe una hacienda cuyo valor resulta exorbitante).
[21] El historiador Flavio Josefo (Antigüedades judías 17, 318 y siguientes) calculó que Herodes Antipas percibía de impuestos unos 200 talentos por año; Filipo, 100; Arquelao, 400 o 600, y Salomé, 60; es decir, la totalidad del territorio aportaba aproximadamente 760 a 960 talentos en impuestos por año.
[23] En la parábola, el señor no entrega los talentos para medir o poner a prueba la capacidad de los siervos, sino para que los multipliquen durante su ausencia.
Enterrar el dinero era usual durante los conflictos bélicos cuando corría el riesgo de caer en manos enemigas y, según el derecho rabínico, quien enterraba un depósito no estaba obligado a compensación en caso de robo.
Es posible reconocer aquí que la parábola en su forma original iba dirigida a las autoridades de la Iglesia.
Al menos podía haber entregado la suma a los banqueros, que daban crecidos intereses en tiempos del Nuevo Testamento.
Esta sentencia paradójica quiere indicar que los poderes otorgados a los discípulos crecen con el uso y disminuyen con el desuso.
[17] El castigo por este tipo de infidelidad (omisión) es tan severo como el que corresponde a pecados más positivos (acciones).
[28] Muchas parábolas cuentan con logia añadidos al final que resultan secundarios en el contexto.