En este largo periodo de tiempo ha sido deforestada, cultivada, repoblada, quemada, desecada, perforada por minas y edificada.La Otíñar medieval se ubicó en un cerro bien defendido con control directo sobre la vía de paso –camino viejo a Granada– y las vegas.El sitio romano estuvo situado en la misma vega, sin pretexto aparente por la defensa pero con un marcado control del cauce fluvial.La ocupación humana de la zona puede remontarse a etapas tan antiguas como el Neolítico, existiendo importantes evidencias rupestres y materiales del Calcolítico, así como los restos romanos de la denominada villa del Laurel, situada en pleno valle del río Quiebrajano, si bien hasta el momento solo documentada a partir de material cerámico en superficie.Su técnica y motivos convierten a este conjunto en excepcional dentro del contexto de la Alta Andalucía, apenas existiendo equivalentes, salvo casos aislados como la Cueva del Encajero en Quesada, donde sin embargo no se alcanza la magnitud de este abrigo de El Toril, el cual incita a buscar paralelos en los grabados gallegos y portugueses.Sin embargo el abandono de la población está facilitando el vandalismo[1] Atorimar es el topónimo que recibía la primera aldea como tal, según el historiador Julio González, ya en época medieval.La aldea controla visualmente el valle del río Quiebrajano, así como unos pasos serranos que comunicaban Jaén con Granada y que atravesaban el paraje conocido en la actualidad como Cañada de las Hazadillas y el Parrizoso.Se calcula que fue construido en la segunda mitad del siglo XIII, sobre algún tipo de fortificación árabe anterior.El castillo es de planta cuadrada, con una torre del homenaje por la que se accede al recinto interior, el cual se halla construido en mampostería, con bóvedas en ladrillo, mientras que el recinto exterior o alcazarejo es de sillería.La Baronía fue otorgada a Jacinto Cañada Rojo por Fernando VII entre 1826 y 1834 con la condición de edificar una villa para quince vecinos, aunque dicho título nunca tuvo vigencia legal al no pagarse los derechos reales del mismo.Desde ese momento y hasta la Guerra Civil, la población prospera y llega a contar con 300 habitantes dedicados casi en su totalidad a la agricultura, con un fuerte complemento ganadero, impulsado principalmente por el militar José Rodríguez de Cueto, hijo político del que fuera propietario Rafael Martínez Nieto.[9] La base es de sillares calizos, y la estructura se remata con el escudo real abreviado entre volutas.