En orden cronológico, ya en la primera mitad del siglo XIX hubo un primer Levante junto a la Puerta del Sol, que desapareció con las obras de ampliación de este punto neurálgico de la ciudad, trasladándose todos sus muebles y adornos (incluidos los cuadros pintados por Leonardo Alenza) al Levante del Prado.
[nota 3] Símbolos iconográficos de aquellas reuniones fueron las pinturas del romántico Alenza que decoraron sus paredes.
[2] Desapareció con la remodelación de Sol a mediados del siglo XIX (hacia 1857).
[8] La chulería de Valle Inclán lo llevó a sentenciar: «...el café de Levante ha ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades y que muchas consagradas academias».
En el local que dejó vacío se instaló un gran almacén de paños.