Pero no es hasta 1930-1932,[1] cuando se produjo un consenso mayoritario para aceptar estas normas, adaptándolas a las particularidades valencianas.
Pero la razón principal del fracaso de las iniciativas de Llombart fue que «la sociedad valenciana del momento no estaba preparada ni suficientemente interesada en la recuperación del valenciano, y los hombres de letras de la época, o bien se encontraban muy a gusto con un modelo de lengua absolutamente castellanizado, "el valencià que ara es parla" ['el valenciano que ahora se habla'], como lo hacían autores como Josep M. Bonilla o Josep Bernat i Baldoví..., o con el castellano encontraban plenamente satisfechas sus necesidades e inquietudes expresivas».
[8] Dos acontecimientos que tuvieron lugar en Cataluña la primera década del siglo XX acentuaron el interés, ya ampliamente sentido, por la codificación ortográfica y gramatical de la lengua propia.
El primero fue la celebración en 1906 del Primer Congreso Internacional de la Lengua Catalana, al que asistieron Teodor Llorente, uno de los presidentes honorarios, y el padre Lluís Fullana i Mira, que presentó una comunicación titulada «Ullada general sobre la morfologia catalana».
[10] Fullana se había mostrado a favor de las normas del IEC y había considerado que se podía unificar la ortografía en la mayoría de los casos.
Un mes después eran refrendadas por la asamblea general de Lo Rat Penat que las asumió como propias.
De hecho los jóvenes valencianistas boicotearon los Jocs Florals de 1915, lanzaron ataques contra los dirigentes ratpenatistas desde la revista Pàtria Nova y reclamaron «una llengua escrita única» para Valencia, Cataluña, Mallorca, Rosellón, etc.
I unes deuen ser les seues normes ortogràfiques» ('la lengua catalana es una.
Per a les Escoles de Primeres Lletres de Bernat Ortín Benedito, «el primer manual escolar para la enseñanza del valenciano que incorporaba las propuestas gramaticales del Institut d'Estudis Catalans».
La campaña consistía en una serie de entrevistas a diversas personalidades de todo el dominio lingüístico (Teodor Llorente i Falcó, Lluís Fullana i Mira, Antoni Maria Alcover, Josep Sanchis Sivera, Lluís Revest, Nicolau d'Olwer, Pompeu Fabra y Jaume Bofill i Mates) cuyas opiniones sobre la propuesta fueron publicándose en los diferentes números de la revista.
El debate sobre la Academia quedaba planteado y también la urgente necesidad de adoptar una ortografía unitaria que pusiera fin a la «anarquía» que todavía pervivía entre los escritores y las publicaciones valencianas.
Entre sus colaboradores se encontraban Carles Salvador, Enric Navarro i Borràs, Eduard Martínez Ferrando y Francesc Caballero Muñoz.
En julio de 1930 publicó un editorial titulado «Als escriptors valencians i a les publicacions valencianes» en el que se hacía un llamamiento para «el establecimiento de unas normas fijas que dejen fuera del gusto o del capricho personal las formas gráficas del valenciano... y que den la sensación al lector de que el valenciano es una lengua ordenada, coherente y apta».
Para lograrlo se proponía la vía del acuerdo entre los escritores y las instituciones valencianas a través de las revistas valencianas del momento que nombrarían unos representantes y entre todos elaborarían una propuesta.
Que el centro de la propuesta se hubiera desplazado de Valencia a Castellón de la Plana obedeció a un planteamiento táctico elaborado conjuntamente por Adolf Pizcueta y el castellonense Gaietà Huguet al considerar que en Valencia «estaba exacerbado el problema».
Lluís Revest, que en abril de 1930 había publicado La llengua valenciana.
Así se lo comunicó ese mismo día Gaietà Huguet a Adolf Pizcueta, añadiendo que los asistentes habían «enfundado las espadas desde el primer momento» porque consideraban que más que el perfeccionamiento técnico de las normas, lo más importante era conseguir un elevado grado de consenso, y así alcanzar «la mayor difusión posible con la adhesión de todos o de casi todos los escritores».