Este autor aparece mencionado en la Historia natural de los cuentos de miedo como representante destacado del género fantástico en el ámbito hispanoamericano: Romero «recrea en gran estilo inquietudes cotidianas, a veces kafkianas, claustrofóbicas (en El momento del unicornio, 1996), y a veces grotescamente desaforadas ("El banquete del señorito")».
[7] El crítico Miguel Baquero ha señalado como principal virtud del hispano-argentino: «Desde su primera novela, Signos de descomposición, [...] se ha mostrado como un verdadero maestro a la hora de establecer un ritmo "in crescendo" en las narraciones, a la hora de mantener el pulso con una firmeza asombrosa en progresión continua hasta el clímax final».
Este autor, sigue Goñi, cultiva de preferencia las atmósferas turbias, los espacios asfixiantes, las casas-prisiones, las situaciones límite.
Sus personajes, emblemáticos del lado más oscuro de las relaciones familiares «se mueven en planos de irrealidad y fantasía que, muchas veces, desazonan y desasosiegan.
Crear un mundo con consistencia literaria e introducir al lector de lleno en él, hacerlo envolvente (y en el caso de Romero, perturbador) y sostener esa ficción sin desmayo.
Bajo el gobierno del déspota "hombre gordo", un ejército de extravagantes guardianes atiende a los poderosos, cuyo único fin es saciar los más ocultos apetitos.
El lector es invitado a comprender este mundo y sus personajes de refilón, como si los viera por el rabillo del ojo, ya que la ficción sigue su ciclo imparable, y no se molesta en justificarse».