Los países recién independizados tenían suficientes elementos comunes (históricos, culturales, económicos, sociales, etc.) como para que pudieran forjar una unión mucho más estrecha entre ellos.
La identidad panislámica tuvo mucha fuerza a principios del siglo XX,[cita requerida] cuando en muchos Estados musulmanes, y sobre todo árabes, se discutía acerca de una nueva organización política y territorial tras el desmembramiento del Imperio otomano.
Estallaron revueltas en distintos países de la zona, siendo la más importante la liderada por Gamal Abdel Nasser, que terminó tomando el poder en Egipto en 1952.
Las revueltas contra los monarcas más relacionados con Occidente aumentaron, y terminaron tomando el poder en países como Siria, Irak o Arabia Saudí.
La figura de Nasser estaba sometida a múltiples presiones: en tanto que líder carismático tenía sobre sus hombros la exigencia del mundo árabe de acabar con el problema palestino, lo que para algunos sectores implicaba desatar un enfrentamiento armado con Israel.
Estas tensiones llevaron en 1967 a la guerra de los Seis Días, sobre cuyos desencadenantes hay diversas interpretaciones.
Esta guerra fue en cualquier caso un fracaso para el bando árabe (formado por Egipto, Siria y Jordania) que fue obligado a rendirse sufriendo grandes pérdidas.
[cita requerida] El régimen inaugurado en Libia por Muammar al-Gaddafi en 1969 fue también panarabista (aunque tardíamente) e intentó la unión con Egipto, más tarde con Túnez y finalmente con Marruecos, hasta que fue derrocado en la Guerra de Libia de 2011 tras las sublevaciones contra el mandatario en la Primavera Árabe.