Si bien su principal característica ha sido desde siempre la funcionalidad, por regla general han sido frecuentemente objetos de diseño y de consideración estética, ya que amueblan el espacio público donde se desarrolla la sociedad urbana.
En función del elemento a instalar se debe estudiar el material idóneo (los más empleados son la madera, piedra, hormigón, metal, vidrio y plástico), su resistencia, su mantenimiento —un factor a tener en cuenta es el vandalismo—, su colocación y su utilización.
[7] Por último, un factor a tener en cuenta es su accesibilidad y facilidad de utilización, especialmente en consideración a personas con movilidad reducida o algún tipo de discapacidad física o sensitiva.
[8] Existe una gran variedad de elementos urbanos, que pueden clasificarse según su función: El concepto de mobiliario urbano es relativamente contemporáneo por lo que no es extrapolable a épocas pasadas, tiempos en los que no se ponía un especial interés en los elementos comunes de la convivencia ciudadana.
Los nuevos productos urbanos fueron entrando en el mercado a través de catálogos o de su difusión en las exposiciones internacionales que solían efectuarse en aquella época, como la celebrada en la misma Ciudad Condal en 1888.
Empresas como las francesas Durenne o Val d'Osne, o la alemana Mannesmann, colocaron sus productos por toda Europa, y ayudaron a hacer del mobiliario urbano un objeto de moda y de apreciación tanto práctica como estética.
[57] La introducción del mobiliario urbano en Barcelona fue favorecida por Ildefonso Cerdá, que en su Plan de Ensanche ya incluía muchos de estos elementos como partes integrantes del tejido urbano.
[81] En 1906 el Ayuntamiento aprobó seis tipos de losetas para aceras, confeccionadas desde 1916 por la casa Escofet, realizados en cemento hidráulico.
[82] En 1916 aparecieron también unas losetas con letras, que permitían escribir el nombre de las calles en las aceras; se dejaron de instalar en los años 1960, fecha desde la cual han ido desapareciendo paulatinamente, aunque aún quedan algunos ejemplos, como en las calles Londres y París.
[83] Pasado el período de esplendor del mobiliario urbano protagonizado por Rovira y Falqués, los sucesivos consistorios que gobernaron la ciudad no pusieron un especial interés en este terreno, más allá del mantenimiento de los elementos existentes o su sustitución por otros de escasa creatividad.
[85] En 1928, en vistas a la celebración de la Exposición Internacional, se instalaron las primeras papeleras públicas, del modelo Tulipa, formadas por un cilindro metálico de barras verticales que se abrían como una flor en su parte superior.
Fueron toda una novedad en la época, ya que la concienciación hacia la limpieza de las calles no estaba muy desarrollada por aquel entonces.
Con posterioridad al evento fueron retirados, aunque en 1990 se volvieron a instalar algunos en la avenida del Tibidabo.
La Guerra Civil supuso un parón en la instalación de semáforos, que fue reactivada en los años 1950.
[98] Se tomaron tres primeras directrices principales: recuperar los antiguos diseños originarios del siglo XIX, como los bancos románticos, las fuentes y farolas de hierro colado; tomar la iniciativa municipal como principal promotor de los proyectos urbanísticos; y diseñar un mobiliario urbano específico para cada proyecto, como un elemento más de cualquier intervención urbanística.
[99] Al frente del nuevo departamento estuvo Màrius Quintana, responsable de la selección de mobiliario urbano y su adjudicación mediante concursos públicos a nuevos diseños elaborados por los más prestigiosos arquitectos y diseñadores.
Los proyectos urbanos de este período, según Quintana, «significaron un aumento del nivel de diseño y una apuesta por la modernidad y la innovación tanto en los espacios como en el mobiliario urbano».
[78] Desde entonces han sido muchos los arquitectos y diseñadores que han realizado modelos diversos de mobiliario urbano para la ciudad: Jaume Bach y Gabriel Mora (jardinera Barcina, 1982);[101] Beth Galí (farola Lamparaalta, 1983, con Màrius Quintana);[102] Antoni Roselló (modelo Marítim de quiosco de la ONCE, 1986);[103] Jordi Henrich y Olga Tarrasó (farola Pep, 1988;[104] banco Nu, 1991);[105] Albert Viaplana y Helio Piñón (banco U, 1988);[106] Josep Maria Civit (locutorio de Telefónica, 1989);[105] Jaume Artigues (banco Levit, 1989);[107] Leopoldo Milá Sagnier (banco Montseny, 1990);[108] Pedro Barragán (farola Prim, 1991);[109] Enric Batlle y Joan Roig (fuente Atlántida, 1991);[110] Montserrat Periel (barandilla Línea, 1993);[111] Andreu Arriola y Carme Fiol (banco G, 1995;[112] fuente Sarastro, 1995);[113] Enric Pericas (Plataforma Bus, 1995);[114] Moisés Gallego y Franc Fernández (quiosco de prensa Condal, 1996);[115] Norman Foster (marquesina Foster, 1998);[116] Elías Torres y José Antonio Martínez Lapeña (fuente Lama, 2004);[117] Terradas Arquitectes (loseta Diagonal, 2014);[118] etc.
[119] Otro factor en consideración han sido los criterios de sostenibilidad, eficiencia energética y respeto al medio ambiente.