El bosque típico es el encinar (Quercus ilex), y también se dan algunas especies subtropicales, que necesitan un riego constante para vivir al aire libre, como el naranjo (Citrus × sinensis), el limonero (Citrus × limon), la mimosa (Acacia dealbata), la araucaria (Araucaria heterophylla), el eucalipto (Eucalyptus globulus) y la palmera (Phoenix dactylifera).
Se han aclimatado algunas especies originarias de Japón, que tiene un clima parecido al mediterráneo pero con más lluvias en verano, como el pitósporo (Pittosporum tobira) y el evónimo (Euonymus japonicus).
De coníferas, la que más se adapta es el cedro del Atlas (Cedrus atlantica), así como el ciprés (Cupressus sempervirens) y la tuya (Thuja standishii).
También se han adaptado especies de otras regiones del mundo con clima mediterráneo, como California, Sudáfrica, Australia y Chile.
[7] En relación con cada zona concreta de la ciudad, la vegetación puede variar según las condiciones climáticas, los recursos hídricos, la altura, la exposición al sol, los niveles de erosión, las precipitaciones y la acción del viento.
En condiciones favorables predominan especies como el pino (Pinus pinea), la encina (Quercus ilex) y el acebuche (Olea europaea sylvestris); de ser menos favorables surgen fitosistemas denominados maquia, con árboles como el algarrobo (Ceratonia siliqua) y la palmera (Phoenix dactylifera), o arbustos como el madroño (Arbutus unedo), el laurel (Laurus nobilis), el mirto (Myrtus communis), el romero (Salvia rosmarinus) o el lentisco (Pistacia lentiscus); y en condiciones desfavorables aparece una vegetación del tipo garriga, con suelo libre y poco porte, con especies xerófitas como la gayomba (Spartium junceum), el espliego (Lavandula angustifolia), el tomillo (Thymus vulgaris) y la salvia (Salvia officinalis).
[8] El arbolado de la ciudad está compuesto por un total de 140 especies, de las que las más comunes son: plátano (Platanus x hispanica), almez (Celtis australis), olmo (Ulmus pumila), acacia del Japón (Sophora japonica), acacia (Robinia pseudoacacia), palo rosa (Tipuana tipu), árbol botella (Brachychiton populneum), chopo lombardo (Populus nigra italica), aligustre del Japón (Ligustrum lucidum), cinamomo (Melia azedarach), arce negundo (Acer negundo) y naranjo amargo (Citrus aurantium).
Estos árboles están especialmente protegidos, ya que no pueden ser desarraigados o afectados por cualquier operación urbanística.
Estos jardines desaparecieron pocos años después al ir urbanizándose el paseo de Gracia.
[28] Entre los siglos XIX y XX surgió el modernismo,[nota 2] un movimiento que otorgó una especial relevancia al diseño y la arquitectura como obra global tanto de exterior como de interior, con un lenguaje anticlásico heredero del romanticismo, una vinculación decidida de la arquitectura con las artes aplicadas y un estilo remarcadamente ornamental.
Aunque solo se realizó parcialmente, inspiró el urbanismo barcelonés durante gran parte del siglo.
[35] Rubió i Tudurí fue el máximo representante del novecentismo, un movimiento de renovación de la cultura que pretendía acercarla a las innovaciones producidas en el recién estrenado siglo XX, y que contrariamente a los valores nórdicos que defendía el modernismo propugnaba el retorno al mundo mediterráneo, a la cultura clásica grecolatina.
En 1940 se puso al frente de Parques y Jardines Lluís Riudor i Carol, iniciador del paisajismo en Cataluña.
En ese sentido, se solía subordinar las zonas verdes al trazado arquitectónico del conjunto, perdiéndose en buena medida la naturalidad de la configuración vegetal, que en numerosas ocasiones presentaba un aspecto de cierta artificiosidad.
En relación con ello, ganaron preponderancia especies perennes y estáticas como las coníferas, usadas de forma masiva en los nuevos parques urbanos.
[24] En los años 1990 retornó la predisposición a un mayor contacto con la naturaleza, y se cobró conciencia del daño efectuado al medio ambiente.
Entre otras actuaciones, se procedió a incrementar la vegetación, proteger las especies autóctonas, podar con menos frecuencia los árboles y dejar crecer las plantas de los alcorques.
El objetivo era incrementar los espacios verdes en 160 hectáreas hasta 2030, con la meta de conseguir 1 m² por persona.