Fue un género propio del sentimentalismo prerromántico, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, creado por Jean-Jacques Rousseau con su Pygmalion, scène lyrique, estrenado en Lyon en 1770 con música de Horace Coignet, aunque escrito en 1762.
Los letristas solían indicar la índole de la música con acotaciones (música festiva, triste, melancólica, terrorífica, despechada, compasiva, grave, tierna, militar, misteriosa, fúnebre, dulce, lúgubre..) El género fue volviéndose más largo (dos, tres actos), fue perdiendo la pantomima y añadiendo personajes (dílogos o trílogos), con lo que cada vez se fue asemejando más al sainete cantado, a la tonadilla escénica o al fin de fiesta.
También el sainetero gaditano Juan Ignacio González del Castillo, que fue el primero en subir a las tablas españolas este género con su Hanníbal (1788).
Los había amorosos, patrióticos, e incluso satíricos contra los franceses o el propio Napoleón o, en el Trienio liberal, de intención política contra los absolutistas y liberales moderados, como los insertados en el semanario El Zurriago (1821-1823), que presentaban, pero no representaban sobre las tablas, a los políticos reaccionarios como figurones políticos, ya que la autoridad habría prohibido verlo en los teatros.
Así por ejemplo La Pola, del escritor liberal español Félix Mejía, sobre la ejecución de la heroína colombiana Policarpa Salavarrieta, etcétera.
En cuanto al género musical europeo, el compositor alemán Georg Benda (1722-1795) creó una subclase de melólogo en que la declamación se produce sobre la música, y no en alternancia con ella.