Comedia heroica

[2]​ Su intención no es intervenir activamente en la política de su tiempo, aunque al menos se puede citar un ejemplo de lo contrario, como es el del dramaturgo Francisco Bances Candamo, que con La piedra filosofal, estrenada en 1693, se mostró proborbónico en medio de grandes intrigas palaciegas, atrevimiento que pagó con creces.

Por demás, fue un género bastante popular, porque exaltaba los afanes patrióticos referentes a hazañas del orgullo nacional o militar o a héroes legendarios (Don Pelayo, Raquel, el Cid, Fernán González, Guzmán el Bueno...), para cuyo lucimiento era necesaria una gran espectacularidad formal y, cuando se trataba de historia extranjera, apariencias llamativas y exóticas.

Cultivado por los dramaturgos populares, fue un género unánimente detestado por los dramaturgos del Neoclasicismo, por ejemplo Leandro Fernández de Moratín, quien lo zahirió sin piedad en su La comedia nueva o El café, evocando sin mucho disimulo al dramaturgo más abundante de este tipo de obras, Luciano Francisco Comella.

[3]​ Los temas son siempre conflictos violentos, muchas veces militares (guerras, batallas, asedios, raptos, usurpaciones), los lugares y personajes exóticos, el tema histórico e ilustre y los héroes admirables, ponderando virtudes como el valor, la lealtad y el patriotismo, por lo cual eran muy estimadas como propaganda del Antiguo Régimen.

[4]​ Palacios, escuadrones, batallas, asedios, desfiles, duelos, armas, ruidos, luchas, incendios, humo, tiros de arcabuz son efectos frecuentes y recurrentes en este tipo de comedias.