Su llegada a París, coincidió con el fin de la popularidad de la reina María Antonieta y el inicio de su declive que acabaría llevándola al patíbulo, los franceses aprovecharon el evento para realizar algunos desaires a la reina a la que acusaron de haberse mostrado "menos francesa" y los Príncipes de sangre se marcharon a sus dominios para no asistir a su recibimiento.
Dado su rango, su ascenso en la carrera eclesiástica fue muy veloz: Para 1784 y con solo 28 años ya era Obispo de Münster y a los pocos años viene promovido como Elector de Colonia.
Fue una de las numerosas personas que preveía el estallido de una revolución en Francia e inclusive se lo comentó a su hermana la reina María Antonieta.
El príncipe apoyaba secretamente algunos ideales revolucionarios como amigo que era de artistas y miembros de sociedades secretas, pero eso no impidió que diera asilo a los arístocratas emigrados.
Cuando sus dominios fueron invadidos por las tropas de Francia, fijó su residencia en Viena y permaneció allí hasta su muerte a los 45 años en 1801, en el Palacio de Hetzendorf.