Hacia 1823 comenzaron a asentarse en las Salinas Grandes, Guaminí y en la sierra de la Ventana.
Posteriormente el coronel José María Benavente organizó una expedición de caballería que consiguió rescatar a numerosas cautivas.
Autores como Esteban Echeverría, José Hernández o Jorge Luis Borges han abordado en sus obras la importancia del malón en la configuración social de la época.
Así, Esteban Echeverría, en su poema La cautiva narró el rapto y las penurias que sufre la cristiana cautiva para poder escapar de la vida miserable en la que se encuentra junto a su marido y poder regresar con su hijo.
En la segunda parte del libro, "El festín" se lee: Los cautivos fruto del malón, eran destinados por los indios a trabajos forzados dentro de las tolderías mientras duraba el cautiverio, hasta que podían negociar la libertad de los mismos o intercambiarlos por indios tomados como rehenes por los cristianos.
Este rapto lo llevaba a cabo aquel que no podía pagar el precio o dote de la novia y también porque tener una esposa blanca daba estatus social.