En el mismo informe se distinguía entre los obreros, foráneos o no, con residencia estable, y los ambulantes, casi siempre por un período inferior a tres años, y que vivían en unas condiciones penosas sometidos a los capataces.
[4] En este contexto nacieron las primeras organizaciones obreras hasta entonces inexistentes en Vizcaya —y en el País Vasco—.
Los conflictos laborales graves y las huelgas eran un fenómeno prácticamente desconocido en Vizcaya —y en el País Vasco—, que hasta entonces había vivido en una especie de «dulce arcadia», en palabras del socialista Zugazagoitia.
Ainhoa Arozamena recoge la idea de que el apelativo maqueto proviene de la zona minera vizcaína y cita a Sabino Arana para corroborarlo, quien escribió que su uso inicialmente estaba restringido a la zona «desde Galdácano hasta Portugalete y desde Munguía hasta Valmaseda».
Así, según Arozamena, «maqueto» derivaría de la palabra o voz vizcaína makutua, que significa envoltorio, ya que los mineros naturales del País Vasco llamaban makutuak a los venidos de fuera, «queriendo significar con la citada palabra «los del envoltorio», o los de la casa a cuestas».
[8] El padre del nacionalismo vasco Sabino Arana identificó el «ser» de la «nación vasca» —entendida ésta de forma esencialista, y por tanto, independiente de la voluntad de sus habitantes— con la religión católica y la raza vasca —la lengua, el euskera, aparecía en segundo término, de ahí que escribiera en el opúsculo Errores catalanistas (1894): «si nos dieran a elegir entre una Vizcaya poblada de maquetos que sólo hablasen el euskera y una Vizcaya poblada de vizcaínos que sólo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta segunda porque es preferible la sustancia vizcaína con accidentes exóticos que pueden eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con propiedades vizcaínas que nunca podrían cambiarla»—.
[14] En un artículo significativamente titulado «Nuestros moros» afirmó: «El maqueto: ¡he ahí al enemigo!».
[20] Un ejemplo del antimaquetismo es la cruzada que emprende Arana en contra del españolista baile «agarrao» —que para él sintetizaba la «depravación» a la que había llegado la «raza española»— contrapuesto al baile tradicional vizcaíno.