La libertad estaba restringida para las mujeres en muchos aspectos pero en el terreno religioso realizaban funciones importantes que les proporcionaba cierta independencia de los hombres.
- Las mujeres casadas realizaban rituales secretos, en los que no podían asistir los hombres, como las ceremonias para conseguir la bendición de los dioses sobre los campos y las cosechas.
[5] Se trata allí de una práctica excepcional: normalmente, el esposo debe dar a su suegro presente, las ἕδνα, hêdna.
Las sirvientes ayudan a las esposas en sus trabajos domésticos y son supervisadas por una intendente, personaje central del oikos griego.
Cuando Troya es tomada, la mujer y las hijas de Príamo son trofeos para los vencedores aqueos.
Las mujeres, cualquiera que sea su estatus, permanecen ante todo sometidas a los hombres, sean los maridos o, como en el caso de Penélope, su hijo Telémaco.
Las ropas se hacían desde el principio al fin, en la casa, y en esta tarea estaban implicadas las mujeres de la realeza, e incluso las inmortales, así como las esclavas.
En ciertos ejemplos, este incesante tejer adquiere un significado mágico: las mujeres están trazando el destino de los hombres.
[14] Muchas mujeres especialmente Helena, Arete y Penélope, podían permanecer en las habitaciones públicas en presencia de invitados varones sin escándalo.
Las ánforas con asas en la parte más ancha eran las que se usaban para llevar agua, tarea tradicionalmente realizada por mujeres.
En la mayor parte del tiempo, los colonos eran únicamente hombres: contaban con la población indígena para suministrarles esposas.
[23] Una mujer nombrada directamente por su propia identidad se consideraba generalmente indigna o que había infringido deliberadamente la ley.
La ciudad no era testigo ni registraba en un acta este acontecimiento para conferir a la mujer el estatus matrimonial.
No se arriesgaban fuera del dominio familiar más que para cumplir funciones religiosas.
Además, las mujeres estaban en igualdad de condiciones con los hombres en el ámbito religioso y debían desempeñar funciones sacerdotales: todas las ciudades tenían sacerdotisas.
Sin embargo, la mujer gozaba en Gortina de una autonomía mucho más grande que en las otras ciudades.
Los matrimonios de las princesas macedonias, por ejemplo, eran a menudo arreglados por sus mayores varones para cimentar alianzas entre los hombres, es decir, entre estos y los maridos.
Otras obtuvieron la ciudadanía honoraria y los derechos de proxenía (privilegios otorgados a los extranjeros) por ciudades foráneas como gratitud por los servicios prestados.
Es muy probable que fuera nombrada magistrado porque prometió contribuir con su fortuna privada a la realización de estas obras públicas.
Este cambio era más apreciable en las áreas recientemente helenizadas por las conquistas macedonias que en las viejas ciudades de la Grecia continental.
Las mujeres estaban sujetas, como los hombres, a varios impuestos que recaían sobre estas actividades comerciales.
A las mujeres griegas de Egipto se les permitía, no obstante, actuar sin tutores en tales situaciones.
Unas pedían una especial consideración como mujeres «necesitadas y sin defensa», otras, alegaban merecer piedad por ser «mujeres trabajadoras» y no faltaban las que pedían ser relevadas de la obligación de cultivar terrenos del Estado, citando antiguas decisiones en las que se concedía exención a las mujeres con la exclusiva base de su pertenencia al sexo femenino o que «al no tener hijos no podían subvenir a sus propias necesidades».
Las potenciales indiscreciones del marido están especificadas, mientras que las de la mujer se muestran modestamente veladas.
En el contexto helenístico, las obligaciones contractuales pueden ser interpretadas de esta manera: para la mujer, la prohibición absoluta de relaciones sexuales extramaritales; se le permite a los hombres el adulterio casual, especialmente con esclavas o prostitutas; ningún segundo e ilegítimo hogar con otra mujer cuya presencia pueda ser odiosa a la esposa y cuyos hijos pudieran hacer reclamaciones por tal situación.
Sin duda no eran necesarias estipulaciones explícitas al respecto, pues ya se había establecido por los griegos, en la colonia Elefantina, un modelo sobre este tema.
El divorcio estaba previsto en numerosos contratos matrimoniales, permitiendo a marido y mujer iguales oportunidades para repudiarse mutuamente.
Este documento también hace constar específicamente cuál debe ser la conducta sexual del marido, lo que incluye la prohibición de traer al hogar una segunda esposa, tener una concubina o un joven amante y tener hijos con otra mujer o vivir en una casa que no sea la suya, apartándose así de su esposa.
No solo en Egipto, sino en otras áreas del mundo griego, mujeres respetables participaron cada vez más en actividades económicas.
Esparta fue una excepción, pues allí las mujeres empleaban su dinero como querían, a despecho de la desaprobación ocasional que pudieran hacer los parientes varones.