Su gran particularidad es que se llena o vacía a su antojo, sin seguir ningún ciclo ni lógica.Tiene tres aliviaderos que aprovechan el agua para regadío, y en uno de sus extremos un ara romana hallada en las proximidades.A su lado se encuentra la ermita de San Juan del siglo XII.[2] Contradicen esta tesis publicaciones anteriores a 1900, donde el lugar es conocido como La Riana, siendo la más antigua el Diccionario geografico-estadistico de Espana y Portugal (1828), donde en su volumen IX Sebastián Miñano apunta que hay otra muy singular que llaman la Riana, la cual se seca dos, tres o más veces en un día.No se conoce con exactitud el año de su construcción, pero está claro que cuando los romanos conquistaron Cantabria (año 19 a. C.), hallaron estas fuentes que llamaron poderosamente su atención.El irregular brote de sus aguas y vaciado inesperado, acompañado del ruido subterráneo que precede a su llenado, tuvieron que ser en aquella época motivo de respeto y adoración.Las tesis de Flórez han sido confirmadas en distintas publicaciones por Ceán Bermúdez,[12][13] Manuel Risco,[14] Miguel Cortés y López,[15] Adolf Schulten,[12][16] Adriano García-Lomas,[17] Antonio García y Bellido,[12][13][18] Augusto Fernández de Avilés,[19][20] Antonio Tovar,[12] Miguel Ángel García Guinea,[21] Joaquín González Echegaray[22] y Eduardo Peralta Labrador.