Juan Nepomuceno Zegrí

Al finalizar el quinto curso de Teología, solicitó al papa Pío IX dispensa de los trece meses que restaban para cumplir la edad canónica necesaria para ser ordenado presbítero.

Paralelamente, realizó labores de apostolado, enfocándose en la juventud local y en los estudiantes.

Asimismo, se graduó bachiller en Jurisprudencia en mayo y licenciado en agosto de 1860.

Durante su tiempo como seminarista, predicó en varias iglesias de Granada, comenzando a destacar por su oratoria y vocación pastoral.

A pesar de haber manifestado comportamientos que algunos consideraban extraños y de perturbar, tanto a la madre Gratiot como al padre Zegrí, al tomar decisiones de manera independiente, sin consultar a sus superiores y, en ocasiones, contraviniendo sus indicaciones, la hermana Valladares contaba con el apoyo y la estima del padre Zegrí y del resto de la congregación.

Esta decisión generó fricción, particularmente con la madre Gratiot,[5]​ que había sido una figura clave en la expansión inicial de la congregación.

En respuesta, comenzó a maniobrar en su contra, acusándolo falsamente ante las autoridades eclesiásticas de Granada, que desoyeron sus denuncias.

Para respaldar estas acusaciones, la hermana Ventura consiguió que hermanas de su comunidad y de otras casas firmaran un escrito acusatorio contra el fundador.

En contraste, el informe que quedó pendiente en Sevilla, parcial, tendencioso y distorsionado por la forma en que se llevaron a cabo las pesquisas —sin siquiera consultar a las propias mercedarias de la diócesis sevillana—, y que no se envió a Granada, su destino natural, fue remitido a la Congregación de Obispos y Regulares, por conducto y motivos que aún se desconocen.

En estas circunstancias el padre Zegrí inició un proceso de defensa que se prolongó durante más de cuatro años, presentando varios recursos de súplica y aportando informes favorables emitidos por diversos obispos, incluido el significativo informe del cardenal Marcelo Spínola, entonces obispo de Málaga, que siempre lo apoyó a él y su obra.

Durante este tiempo, realizó varios viajes a Roma para tratar directamente el asunto con la Congregación correspondiente, la cual encargó un estudio del proceso a su juez relator, Giuseppe Maggi.

Temiendo por sus cargos, ambas religiosas informaron al arzobispo de Granada de forma sesgada y con ciertas tergiversaciones, sugiriendo que los cambios propuestos por el padre Zegrí no eran necesarios y que la intención del fundador era enmendar las disposiciones del arzobispo.

Sin embargo, debido a la confusión generada y al rechazo de monseñor Moreno Mazón, autoproclamado único superior de la congregación mercedaria, que declaró nulos los nombramientos, incluso antes de que le fueran presentados, estas religiosas no se atrevieron a asumir sus cargos legítimos.

No obstante, el 8 de julio de 1896, escribió una extensa carta dirigida a todas las hermanas mercedarias en la que explicaba el proceso que había padecido, ofrecía consejos para el ejercicio del carisma mercedario y se despedía de las hermanas.

Su objetivo era «dejar en el lugar que corresponde el buen nombre, la honra y buena fama de un sacerdote que, en diez años, ha fundado cincuenta institutos de caridad».

[8]​ Desde entonces, se alejó voluntaria y definitivamente de la Congregación que había fundado, rechazando cualquier contacto con las monjas mercedarias, incluso cuando se lo ofrecieron en sus últimos momentos de vida.

Al día siguiente sus restos fueron inhumados en el panteón del cabildo catedral en el cementerio de San Miguel, tras celebrar honras fúnebres en la catedral.

A partir de 1925, Araceli Royo Vicente, una religiosa que había ingresado en las Mercedarias a los diecisiete años en 1882 y había conocido de cerca al padre Zegrí y su proceso, asumió el liderazgo de la Congregación al ser elegida madre superiora[9]​ en el sexto capítulo general.

Entre otras medidas, inició gestiones para el traslado de los restos mortales del fundador a Granada.

Sin embargo, en 1936, los restos fueron movidos del panteón de los canónigos a un nicho osario municipal y, por un descuido en el pago de la cuota correspondiente, en 1938 se trasladaron al osario general del cementerio.

Únicamente se conserva en la Curia General, como reliquia del fundador, una falange, recogida por la hermana Presentación Gaztambide presente en el traslado del panteón de los canónigos al nicho municipal.

Azulejo del beato Juan Nepomuceno Zegrí en el claustro de la Abadía del Sacromonte.