Al comenzar la guerra la Guerra del Paraguay en 1865, Argentina no contaba con una organización de sanidad militar adecuada, y carecía de personal, instrumental y ambulancias suficientes.
En 1871 una epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires diezmó a la ciudad.
Le tocó en suerte sobrevivir a diferencia de muchos de los médicos que permanecieron en Buenos Aires para combatir el flagelo (Francisco Javier Muñiz y Adolfo Argerich entre ellos) y en 1878 fue enviado a Europa para capacitarse en saneamiento público que a su regreso tradujo en varias obras en la ciudad.
[7] Durante la revolución de 1880 se desempeñó como Director del Hospital Militar Central.
[7] Autor de estudios sobre temas médicos fue además cronista en varios periódicos.