Morán de Butrón se defendió, pero las sospechas siguieron hasta que en 1726, Sierra, el más agraviado en ese papel, entonces ya asistente del general, pidió que se sobreseyese el enojoso asunto.
[1] Desde el año 1726 vivió en Guayaquil, donde permaneció hasta el final de sus días.
Fue famoso por sus elocuentes y sabios sermones pronunciados en la iglesia de Santo Domingo.
El manuscrito había tenido mala fortuna: en Lima sólo se logró publicar un compendio, en 1702, y el enviado a España en 1706 se había perdido en un asalto de piratas a la nave que lo llevaba.
No obstante es bastante amplia en los temas que trata en cada capítulo:[6] Por esta razón fue un escritor distinguido cuyas obras merecieron el elogio de las autoridades entendidas en las materias que desarrolló.
En sus escritos refuta categóricamente a los nominalistas, escotistas y tomistas.
Por su parte, Morán de Butrón en su estilo y contenido, a pesar de su gran talento, corresponde a una teología que mostraba signos de decadencia al no poder incorporar las nuevas ideas que se estaban desarrollando durante la ilustración en Ecuador.
Obviamente hubo quienes se oponían a la designación de este título, especialmente de aquellos entendidos de la sierra —Quito— a quienes se les había consultado con anterioridad, lanzando a la palestra otros nombres que ellos consideraban anteriores, pero no fue suficiente para invalidar el título del guayaquileño, debido a que varias de esas obras que habían sido nombradas no se publicaron o permanecían perdidas a la fecha (1931) e incluso los temas tratados no eran del todo históricos.