Aun así, la pareja mostró una gran unión a pesar de los avatares que vivieron más adelante.
De esta unión nació una hija, Irina Félixovna Yusúpova que murió en 1983.
En realidad, Irina no estaba al tanto de la invitación y se encontraba en Crimea en ese momento.
Esto salvó a los Yusúpov de la muerte, que seguramente habrían encontrado en la Revolución Rusa, como tantos otros Románov.
Años más tarde ella entabló un proceso judicial contra la Metro-Goldwyn-Mayer por haberla mostrado en la película Rasputín y la emperatriz, como una mujer depravada que era amante del monje.